Tercero de una corrida lastrada por dos sobreros. *** Bravura sin mácula, fijeza y entrega en dos varas, templada velocidad, prontitud, nobleza. *** No termina de animarse Tejela con él.
A pesar de haber pechado en suerte el toro más potable de la corrida, Matías Tejela ha dejado ir un posible triunfo, ante el raro ambiente que embargo la plúmbea corrida de hoy en Madrid. Foto: EFE |
BARQUERITO
HABÍA LA MITAD DE gente que el último jueves, cuando se cerró San Isidro con aquella corrida de Cuadri tan dura de manos y fondo que trajo dos o tres toros de descomunal medida. Uno de ellos, de 650 kilos, tuvo tomados ambiente y plaza como si fuera el amo. Cinco días después estaba viva la imagen y se dejó sentir el contraste. La plaza de Madrid se alimenta de un subconsciente.
Ni grande ni pequeña, relativamente dispar, la corrida de Los Bayones trajo también un frondosísimo toro capaz de competir en cuajo con cualquiera de los seis cuadris del 2 de junio. Pero ese toro inmenso fue sexto de corrida, el espectáculo estaba para entonces arrumbado por varias razones y, encima, en piso enfangado, y trastabillado incluso antes de embarrarse, el toro salió claudicante y derrotado del caballo de pica, apoyó mal y amenazó con rodar. Pañuelo verde.
Para entonces la memoria de los cuadris había sido archivada. Sólo que el sexto bis, ya segundo sobrero, del hierro de Valdefresno, estrecho y sacudido, bien armado pero con trapío justo para Madrid, desató un coro de iras y palmas de tango que al cabo se convirtió en gresca general. Reclamaciones al maestro armero. No el célebre “¿A quién defiende la autoridad...?” sino un “¿dónde está la autoridad?” Desbandada en los tendidos, procesión de flagelantes. Así terminó la primera de las seis corridas de la llamada Feria del Aniversario, que no es de abono pero si de programación preceptiva. No fue mejor el principio: había caído agua a manta en Madrid la noche del lunes y chaparrones fuertes a lo largo del día martes, pero se tuvo a ojo la impresión de que el ruedo de Las Ventas no había sido ni protegido con lonas ni atendido. Estaba enfangado por muchos puntos de terrenos de tercio y tablas. No los medios.
De modo que el estado del piso era un puro desaire. Los toros perdieron sin excepción las manos más de una vez y las perdieron los que se emplearon –un tercero de Los Bayones, de excelente nota, o un sobrero de Fraile Mazas de formidable cuajo que pudo con sus casi 600 kilos sin ahogarse- y los que no tanto, como el segundo de Los Bayones, sorteado de quinto pero jugado en turno corrido, o un cuarto que ya había besado la arena al cuarto muletazo y sólo se prestó a trasteo de los de tener al toro en pie.
Con el gran tercero –«Garlitero», negro, número 83- no terminó de enredarse, templarse ni ponerse en serio Matías Tejela. Toro de excelente nota: dos puyazos de bravo, las hechuras perfectas o ideales en el tipo Lisardo-Atanasio –cortas manos, fibrosas carnes, ancha testuz pero pitones recogidos-, una solícita manera de venir a todo y repetir por abajo. Cosas de Tejela: lances muy en corto en gavilla y en un rápido saludo de capa, un oblicuo quite de lances de costadillo abrochados con media tijerilla a capote vuelto y una larga, una sorpresiva apertura de faena –en los medios y atacadamente- donde se cosieron el cambiado intercalado por la espalda, los cambiados genuflexos por bajo y el natural y el de pecho.
Y pareció que sí. Pero no. Ligero el encaje, precipitadas las reuniones, apuradas las salidas, improvisaciones forzadas. Se iba el toro poco a poco. Y se fue. Dos metisacas y una estocada. Sacaron a saludar a Tejela. La ovación para el toro en el arrastre fue mucho más cerrada.
Rafaelillo venía de matar dignamente el toro más fiero de San Isidro –uno de Escolar más fiero incluso que el tercer cuadri- y de pronto se encontró con dos bondadosos atanasios: un primero lavadito que escarbó mucho y pegó cabezazos disimulados y un cuarto de mucha desgana y justo motor, la boca abierta. Se le vino abajo el uno; tuvo que hacer equilibrios con el otro.
Urdiales salió dispuesto, y eso se notó en cada gesto, pero vivió la contrariedad de una devolución –la de un segundo cojo- y tomó la decisión equivocada: correr turno. Si se echa por delante el imponente sobrero de Fraile Mazas, le cambia el sino de la tarde, porque, no tan embarrado el suelo entonces, el toro se habría sostenido mejor y no habría tenido que torearlo como lo hizo luego: con la ansiedad de quien torea su último toro del curso en Madrid sin reconocimiento apenas y planteando una estrategia de faena –muy aparatosamente de largo primero, demasiado encima después- que no convino al toro, que se acabó, por cierto, rajando discretamente.
El torero de Arnedo anduvo capaz, firme y fácil con el segundo bis, pero sin que se animara a romper el toro que, después de sometido, pareció desfondadito. Con la gresca del último en danza, Tejela cumplió con su regla de ser breve.
FICHA DEL FESTEJO
Cuatro toros de Los Bayones (Manuel Hernández), de remate y condición desiguales, y dos sobreros: uno de Fraile Mazas -5º bis- de fantástico cuajo, que quiso saltar, bramó sin consuelo, tuvo las fuerzas justas y salió muy noble; y otro -6º bis- de Valdefresno (Nicolás Fraile), soltado sin divisa, sacudido y estrecho, protestado por claudicar o por lo que fuera, que resultó feble pero manejable. De los cuatro bayones, el tercero, bravo en varas, tuvo son sobresaliente y fue muy ovacionado. Se vino abajo el primero; de poca voluntad y no darse el segundo; claudicante un hondo y cabezón cuarto.
Rafael Rubio “Rafaelillo”, de tabaco y oro, silencio tras un aviso y silencio. Diego Urdiales, de azul turquí y oro, silencio tras un aviso y silencio. Matías Tejela, de rosa palo y oro, saludos tras un aviso y silencio.
Martes, 7 de junio de 2011. Madrid. 1ª de la Feria del Aniversario. Poco más de media plaza. Nublado. Calabobos durante la lidia de segundo y tercero. Piso enfangado y mal parcheado.
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