Triunfo labrado de Mora con el toro más propicio de una noble pero endeble corrida de Martín Lorca. *** Serafín confirma su buen momento. *** Alegre gitanería y valor de Oliva Soto.
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Importante tarde la que ha dejado en Las Ventas el camero Alfonso Oliva Soto, quien se le espera en la feria septembrina de Tovar. Ayer en Madrid, ha sacado partido y dejado los momentos más toreros de una tarde entretenida de emociones. |
BARQUERITO
FUE, EL ÚLTIMO domingo de primavera, la primera corrida del largo verano de Las Ventas. Una corrida de Martín Lorca –de sangres Domecq, por tanto, y por varias vías- que salió más buena que mala, porque tuvo fijeza y nobleza a la hora de retratarse. No poder propiamente. Ni el golpe seguro de riñón con que se entregan los toros de carácter. Y, sin embargo, no se defendió por falta de fuerzas ninguno de los toros de envío.
Claudicó repetidamente un primero colorado, entre aleonado y acochinado, que se había desinflado al salir de la primera vara y punteado en frágiles apoyos. No fue fácil sostenerlo. Primores menores de Serafín Marín pero irrelevantes por culpa de una embestida mortecina sin equilibrios de un toro al borde del abismo. Los indignados reclamaron su devolución. Una estocada inapelable.
El segundo, negro salpicado, veleto y muy astifino, badanudo, enmorrillado, estuvo por galopar pero no llegó. Un retrote. Suelto de engaños y del caballo, se dejó ver en un gracioso quite por mandiles de Oliva Soto, que fueron tres, y el remate de larga preciosa. Ni una palma. Al toro le faltó lo que a todos: asiento y entrega. Pero menos. Mal que bien empujó y repitió algo forzado por su mano buena, la derecha; le costó un mundo por la otra. Decisión, recursos, corazón y gobierno de David Mora, repetido en Las Ventas tras su notable tarde del 1º de junio cuando la corrida de Palha y el sobrero de los Gallego de sangre Veragua. Una faena de cuatro tandas de cala inmediata: dos primeras en la distancia bien aguantadas, templadas, a toro toreado; una tercera más trabajosa porque empezó a acabársele al toro el aire; una cuarta fortísima porque incluyó un cambio de mano por delante y un natural ligado con el obligado de pecho. Y eso encendió el ambiente porque las tandas, abundantes, tuvieron ligazón, ajuste y peso. Y habilidad. Los remates de serie, al echarse Mora el toro por delante, fueron espléndidos. En el momento justo, y tras un intento en vano con la izquierda, una estocada cobrada a volapié más que notable. El primer triunfo del verano.
En la ganadería de Lorca hay un resto de Cebada Gago y ese punto turbulento de Cebada apareció en el tercero de la tarde, corretón, de atacar desordenadamente. Por falta de fuerza se acostaba el toro, que, afligido en la segunda vara, fue, sin embargo, peleón. Serafín hizo un sucinto y buen quite a la verónica. Valeroso, sincero y despejado el trabajito de Oliva Soto, puesto y dispuesto desde el primer envite, listo para torear en la difícil media altura, la única que conviene a los toros flojos. Entonces se acentúa el riesgo de las embestidas a media altura. Pero el toreo tiene su belleza, distinta. Antes de pararse el toro, dibujó Oliva bellos muletazos sueltos. Con el sello de la escuela gitana de Camas, de donde procede su estilo y su sangre. Como el toro, cornipaso, se tenía mal, no se hizo mayor caso. Oliva Soto llevaba un elegante terno nazareno y oro, con grandes golpes en la pechera y las hombreras. Faja de raso mostaza que relucía.
El cuarto, ensillado, escurrido, descarado, ancho de cuna acucharado, se arrancó por libre a los dos caballos y, flojo o sangrado, se acabó frenando, apoyándose en las manos, metiendo. Fue, con todo, noble y le dio mimoso trato Serafín en sedosa y firme faena que pecó de larga y repetitiva pero tuvo la virtud de ser pulcra, pulquérrima. Se despatarró dos veces el toro como si se pinchara un globo. Una estocada desprendida de excelente ejecución.
Menos ofensivo que los demás, pero de más cuajo, el quinto también rodó en costalada. Lo toreó de salida a la verónica enroscándose con verdad David Mora, quitó con garbo por el mimo palo Oliva Soto –lances de alto vuelo- y lo pasó de muleta con decisión Mora en faena de porfía y sin distancias –muy encima-, justo al revés que en el turno primero. Alardes de cruzarse al pitón contrario pasito a paso. Una estocada desprendida.
Buenos latidos gitanos de Oliva Soto con un sexto de palas blancas, pitones negros, mucha cara y no tanto trapío. Una larga afarolada para empezar. Aguante cuando el toro, las manos por delante, se lanzaba a trallazos. Y, al fin, la sorpresa de una inspirada faena de aguante, compostura y gracia, de llevar el toro toreado pero sin obligarle del todo, de acople espléndido por la mano diestra en series ligadas a engaño puesto y sin perder pasos. Con sencilla pureza, por tanto. Duró lo justo el toro y, cuando ya no quedaba ni gota, Oliva se puso temerario en una tanda de bernadinas amanoletadas que le tiñeron de sangre los oros de la pechera. Cogido pero ileso al cobrar una estocada caída. Un aviso.
FICHA DEL FESTEJO
Domingo, 19 de junio de 2011. Madrid. Fuera de abono. Muy caluroso. Un cuarto de plaza.
Seis toros de Martín Lorca. El sexto, con el hierro de Escribano Martín. Corrida bien armada, de hechuras y remate diversos, que sacó general nobleza pero anduvo justa de fuelle. Salieron rotos del segundo puyazo casi todos, y casi todos ahogados a los veinte viajes. El segundo, más serio que ninguno, fue el de mejor empleo.
Serafín Marín, de blanco y oro, silencio y palmas tras un aviso. David Mora, de tabaco y oro, una oreja y saludos. Oliva Soto, de nazareno y oro, silencio tras un aviso y saludos tras un aviso.
Un certero puyazo de Romualdo Almodóvar al cuarto. *** Buena tarde de todos los peones de brega sin excepción: Vicente Osuna, Fernando Casanova, El Puchi, Óscar Reyes Mendoza y Félix Jesús Rodríguez, muy en particular.