Disparar
a las alturas empresariales se me antoja recurrente y fácil. Seguramente
debieron poner más ardor en la búsqueda de soluciones para dar toros, pero no
es menos cierto que las estructuras actuales y las circunstancias actuales lo
hacían y lo siguen haciendo inviable o casi
JOSÉ LUIS
BENLLOCH
Redacción APLAUSOS
En el toreo no hay más que Coronavirus. En el
toreo, en la economía, en los hospitales, ahí duele, en los hospitales y/o en
los comedores sociales sobre todo, en la vida social y familiar que ahora,
maldita sea, se ha convertido en el gran enemigo del universo o qué significa
si no que más del sesenta por ciento de los contagios que abren telediarios se
fragüen en las relaciones sociales y de familia. Esa es la cruda realidad que
se puede calificar de mala, muy mala, jodidamente mala o todavía peor a
expensas de lo que venga… por lo que no puede extrañar que en esa realidad
lampemos por una buena noticia que nos alivie el alma y avive las ilusiones. Y
en ese ambiente hasta puede llegar a causar rubor que nos quejemos de la falta
de toros pero se echan de menos y creo que sí, que hay que quejarse y
lamentarse porque los toros forman parte de un bienestar social y lúdico
imprescindible para una parte importante de la sociedad que necesita y merece
sentirse bien en momentos tan delicados como los actuales.
La
temporada 2020 no ha sido cosa menor, ha sido heroica. Solo aguantar en pie el
fuego graneado (sanitario, institucional, político, ideológico….) que nos
castiga, hacerlo sin doblar la rodilla es de grandes
Asegura el maestro Molés en su artículo semanal
que el año taurino que está acabando ha sido un año menor y no comparto en nada
esa clasificación. Ha sido un año importante, habría que calificarlo de
heroico, una demo real de la capacidad de resistencia de una actividad
sociocultural -un sentimiento- que llevamos en el alma y que, como dijo el
clásico, ni la han abolido ni hay quien la abola. Solo aguantar en pie,
sobrevivir en ese desierto, seguir latiendo ilusión bajo ese fuego graneado
(sanitario, institucional, político, ideológico….) que nos castiga, hacerlo sin
doblar la rodilla, ha sido/es definitivamente heroico, indispensable para
seguir creyendo en el futuro. Diría que se ha peleado palmo a palmo donde se ha
podido, en las plazas chicas, en los campos ganaderos donde la cruda realidad
-cero ingresos y los mismos costes de siempre- ha hecho depender de las
reservas a quien las tenía, y de la vocación personal y/o del orgullo familiar
para resistir y no echar el charolés. Se ha dependido de los matadores, que han
aceptado la realidad según la mentalidad de cada cual, desde la memorable
superactividad de Ponce hasta la medida (en ocasiones nula) participación de
otros, detalle que también ha tenido su lado bueno, mirémoslo así, de dejar
escaparate a otros matadores que en la situación que vivimos hubiesen sufrido
el ostracismo total contra el que tanto hemos doctrinado. Se ha resistido a
esta inmisericorde granizada en las redacciones de los medios, también en las
asociaciones de aficionados… En todo ese ambiente solo ha sobrado la acritud,
la pelea y las descalificaciones intergremiales cuando más falta hacía orillar
diferencias y dejarlas para los tiempos menos peligrosos o de bonanza.
La medida (en ocasiones nula) participación de las figuras,
también ha tenido su lado bueno, mirémoslo así: el de dejar escaparate a otros
matadores que en la situación que vivimos hubiesen sufrido el ostracismo total
contra el que tanto hemos doctrinado
No olvido, por ende, a la clase empresarial. Sí
comparto la idea de Manuel Molés de que el año que viene sin ferias de primera,
que, como él dice, son el sostén del espectáculo, “sin Castellón, sin Valencia,
sin Sevilla, sin Madrid, sin Pamplona, sin todo el norte, con el 90 por ciento
de la campaña confinada en el armario” como ha sucedido este año, apaga y
vámonos en palabras textuales del maestro. No sé si sería tanto pero sí sería
un año terrible de difícil o imposible recuperación de un sector tan herido y
tan menguado. Manuel señala a la pandemia como responsable, es evidente; y
también a las alturas del sector empresarial, a los grandes, y en ese caso el
disparo se me antoja recurrente y fácil. No es nada nuevo, de esa tentación no
nos libramos nadie. En estos tiempos y en los tiempos de bonanza, el empresario
ha sido el gran señalado de siempre en el toreo, en realidad no se ha glosado
un solo gran empresario hasta que no ha pasado a la reserva o directamente se
fue de entre nosotros (el gran Chopera, Canorea con su bonhomía, don Pedro I,
el catalán al que hemos desenganchado de responsabilidades en la debacle de su
tierra y otras tierras…, por citar los más glosados, no escaparon de las
diatribas, solo en el retiro se les valoró) y el que lo dude que se asome a las
hemerotecas. Siempre fue como disparar al muñeco y en ocasiones había motivos,
diría que en muchas, y en otras sólo hábito y/o intereses.
Los contratos públicos con la Administración, la ideología
obstruccionista de ésta, la prudencia sanitaria, incluso el costo de las
plantillas laborales de los grandes cosos, la dificultad o imposibilidad de
compatibilizar los derechos de los abonados con las normas sanitarias que
imponen distancias… sitúan la imposibilidad en el tercio económico ¿quién paga
eso sin público?… ¿tienen pasta para pagarlo?…
Seguramente sea cierto que en esta ocasión
debieron poner más ardor o intervenir más en la búsqueda de soluciones para dar
toros, pero no es menos cierto que las estructuras actuales y las
circunstancias actuales lo hacían y lo siguen haciendo entre difícil e
inviable. Eso en el caso de que la autoridad no lo impidiese directamente. No
se puede obviar que varias de las grandes ferias que reclama Manuel
coincidieron con los tiempos del confinamiento o los momentos en los que la
pandemia pegaba ya tan duro como sigue pegando. Superada tan importante
cuestión había que lidiar con las administraciones autonómicas o locales,
muchas de las cuales con una ideología obstruccionista en materia taurina;
encontrar resquicios a contratos que en muchos casos se activan y obligan a
pagar el ejercicio entero en cuanto se entreabre una puerta un solo día;
incluso valorar el costo de activar las plantillas laborales de los grandes
cosos; resolver el sudoku que supone compatibilizar los derechos de los
abonados con las normas sanitarias que imponen distancias… todo lo cual situaba
el problema en el tercio económico. ¿Quién paga eso sin público?… O simplemente
¿tienen pasta para pagarlo?… Luego está la exigencia del toro de primera y del
público de plaza de primera: habría que saber si los matadores estaban
dispuestos a asumirlo con remuneraciones simbólicas como ha ocurrido en las de
tercera; y si íbamos los aficionados, me pregunto también, a entender una
relajación de las exigencias propias de esas plazas… Esos son algunos de los
inconvenientes que se plantean en esos grandes escenarios y esa es la
cuestión/cuestiones para las que hay que aportar soluciones.
Luego está la exigencia del toro de primera y de los públicos
de primera: habría que saber si los matadores estaban dispuestos a asumirlo con
remuneraciones simbólicas; íbamos, me pregunto también, a entender una
relajación de las exigencias propias de esas plazas… esos son algunos de los
inconvenientes que se plantean en los grandes escenarios. Esa es la
cuestión/cuestiones para las que hay que aportar soluciones
Yo espero una segunda parte del artículo de Manuel
en el que desde su gran conocimiento de la realidad social, económica,
política, taurina y naturalmente sanitaria dé las claves que permitan la
viabilidad de esas ferias. ¿Quién paga?… ¿Cómo se hace?… ¿Con quiénes se cuenta?…
¿Tiene el empresariado taurino músculo económico para iniciar acciones de ese
calado en unas concesiones temporales de las plazas en las que nadie les
asegura que van a darles tiempo para recuperar?… No es que sean necesariamente
inocentes los empresarios, pero… pero analizarlos en esta coyuntura impone
serenidad y equilibrio y en la medida de lo posible evitar el tópico de
satanizarlos como responsables únicos. Una gran sentada entre los implicados en
lugar de una gresca o un fácil señalamiento aparece como paso previo y
obligado. Tampoco se debería obviar que por menos de lo que se está viviendo en
el toreo, en otros sectores han cerrado y cierran a diario centenares de
negocios sin que condenemos a los empresarios, más bien se les compadece.
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