viernes, 13 de noviembre de 2020

Francisco Román: «Somos los grandes olvidados, pero sin caballos de picar no hay toros»

El propietario de la Suerte de Picar analiza la ruinosa situación que vive su gremio: «Solo en pienso una cuadra de quince caballos tiene un gasto de 1.800 euros al mes»
 
Rosario Pérez
Diario ABC de Madrid
JEREZ DE LA FRONTERA
 
«Somos los grandes olvidados. Somos imprescindibles en el toro, pero no pertenecemos a ningún gremio, ni al taurino, ni al ganadero, ni al agrícola». Es la dura realidad de los propietarios de las cuadras de caballos de picar, una realidad relatada por Francisco Román Abad, de la jerezana «Suerte de picar».
 
La crisis del Covid ha recetado una estocada a la difícil situación que ya atravesaba: «Arrastrábamos la reducción de festejos en los pueblos, el menor número de corridas en las ferias. Todo ha ido sumando hasta llegar a una situación muy complicada».
 
Francisco Román, de 45 años, conoce desde niño el oficio. Ha heredado la afición de su padre, el picador Félix Román, a las órdenes de toreros como Paco Ojeda, Currillo, Rafael de Paula o Galloso. Desde hace dieciocho primaveras, capitanea por sí solo el negocio de la cuadra de picar, un negocio que no es negocio en época de vacas flacas para todos. «Este año está siendo durísimo. Si la próxima temporada sigue así, tendré que plantearme si mantenerlo o no... Esto así es inviable».
 
«En Francia es una suerte de referencia y la tienen por las nubes, pero en España a veces es un trámite malo que parece que ni apetece»
 
Las cifras hablan por sí solas: Román cuenta que mantener una cuadra de 15 caballos «cuesta solo en pienso 1.800 euros al mes». «A eso -continúa- hay que añadir el seguro social del trabajador, los gastos de gestoría, los impuestos que pagamos todos los ciudadanos, la compra del camión, las averías.... Son muchos gastos y muy pocos ingresos. Además, al no poder tirar para delante, he tenido que pedir un préstamo».
 
Las matemáticas, «porque esto son matemáticas», siguen: «Si en general facturo unos 50 o 60 mil euros por temporada, este año alrededor de 10 mil». Una ruina, en la que los números rojos vencen: a la comida de los caballos hay que sumar gastos veterinarios o la contratación de personal en cada tarde de toros. «Hay pérdidas increíbles, que ni he calculado, porque si lo pienso me deprimo», dice. En cada paseíllo, el alrededor de 1.200 euros que puede cobrar una cuadra en un pueblo se reduce a 300 al descontar costes. Eso cuando no hay una avería que deja la ganancia en cero o ni para un café. «El volumen de negocio ha bajado y el cobro es ridículo. Por ejemplo, en El Puerto de catorce corridas se ha pasado a dos y la zona de la sierra ha perdido casi todos sus festejos», lamenta.
 
«Un picador es el piloto. Aporta y estorba. Por desgracia, se dan casos de gente que tiene el carnet de picador porque es gratis»
 
La crisis le ha obligado a reducir la cuadra de 19 caballos a 11 para aminorar gastos, además de dos mulos. Cinco de los equinos permanecen en su picadero de Jerez de la Frontera, pero el resto está en fincas de ganaderos amigos que le echan una mano para mantenerlos, como la casa Bohórquez o Santi Domecq.
 
«Los ganaderos mandan toros al matadero, pero nosotros no podemos mandar un caballo al matadero. Podemos venderlos, pero el mercado está muy mal por la reducción de festejos. Como no llegue la vacuna y esto siga así, será insostenible. Y no lo digo por mí solo, que tengo una cuadra pequeña, sino también por las nueve cuadras de picar que hay en España».
 
Corazón torero
 
Francisco Román compra los caballos con 4 o 5 «hierbas» y los prepara durante uno o dos años. «El que se presta y es dócil en un año se puede poner a torear y durante unos diez años están a pleno rendimiento. Otros con cinco años ya no valen, también hay muchas bajas. Tenemos que tener en cuenta la morfología y el reglamento», explica. ¿La cualidad imprescindible de un caballo de picar? «El corazón, esa forma de pelear, torear con entrega». ¿Depende del picador? «Por su puesto. El picador es el piloto; si es bueno, aquello va como la seda». ¿Y si es malo? «Un picador aporta y estorba. Por desgracia, se dan casos de gente que tiene el carnet de picador porque es gratis y sin examen. Por eso hay tanto picador de distintos gremios, tienen afición y lo ven fácil».
 
El dueño de la Suerte de Picar envidia la importancia que Francia da al tercio de varas: «Allí la tienen por las nubes, está valorada y saben ver que es la suerte de referencia, que para eso el picador se viste de oro. Aquí a veces es un trámite malo que parece que ni apetece».
 
Además de la contratación de caballos, Román también elabora petos, a un precio de 2.150 euros. «Un peto a mano se tarda unos 45 días en hacer, echando al menos diez horas diarias. Pero ahora se vende muy poco y, en lugar de cada cuatro años, se suelen reparar cada seis para ahorrar».
 
El negocio va de capa caída y este amante de los caballos ha buscado trabajo de «chófer de camión para llevar aceitunas». Sobrevivir para mantener la cuadra familiar y una afición desmedida. «Mire, están bastante mejor mirados los mulilleros que nosotros. Y sin nosotros, sin nuestros caballos de picar, no hay toros, aunque no nos acojan en el régimen taurino. Estamos solos».
 
Solo con sus caballos, cuyo precio oscila entre los tres mil y los siete mil euros, «en función del producto». Un hombre solo domando y susurrando a corceles con acento flamenco como «Rancapino» o de genial arquitectura como «Gaudí». O a «Feriante», «Duque», «Julito» y «Andarino». Y sin otros como «Avilés», que emprendió otro camino por la crisis que azota toda la piel de toro. Un puyazo en todo lo alto, pero Román Abad se crece en el castigo por mantener una pasión sin la que la Fiesta no sería Fiesta. La Suerte de Picar es su bautismo.

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