Daniel
Luque, primero en la estadística, ha logrado afianzar su condición de torero
recuperable para los grandes escenarios
ÁLVARO R.
DEL MORAL
Diario EL
CORREO DE ANDALUCÍA
Hay toreros que no tendrán mal recuerdo de este
2020. Algunos, como Juan Ortega, lo recordarán siempre como el antes y el
después de su carrera. Algo parecido le ha pasado a Daniel Luque –primero en la
estadística de toreros sevillanos, con siete corridas toreadas- con parecida
edad pero muy distinto bagaje y circunstancias profesionales. Luque no ha
podido pisar en 2020 los grandes escenarios que han permanecido cerrados pero
sí ha logrado aumentar el crédito que ya había empezado a recomponer en los
últimos años, salvado de la corriente –la que se lleva a los camarones
dormidos- que un día estuvo a punto de engullirlo sin remedio.
El matador –ya no tan joven- había decidido
recuperar el tiempo perdido después de comprobar el frío que hace paseando por
las afueras del toreo. El despertar fue paulatino, firme, constante... aunque
el pasado año, la última temporada normal que hemos conocido, había vuelto a
quedar fuera de los planes de la empresa Pagés en abril. Tuvo que esperar hasta
finales de mayo para abrir fuego en Madrid con una corrida de Victorino Martín
aunque su verdadero cuartel general iba a trasladarse a Francia, encadenando
triunfos y marcando la medida de sus posibilidades con la encerrona del 14 de
agosto de 2019 en Bayona.
Un año truncado
2020 no podía fallar. El diestro de Gerena comenzó
su campaña apuntando alto en el ciclo invernal de Valdemorillo, el nueve de
febrero, y anunciado con López Simón y Álvaro Lorenzo. El triunfo fue redondo.
Luque cortó tres orejas a los dos ‘montalvos’ que lidió pero sobre todo mostró
esa dimensión globalmente madura en todos los tercios de la lidia. Sólo unos
días después se presentaron los carteles de la Feria de Abril. Luque volvía a
anunciarse en la plaza de la Maestranza después de esas ausencias del abono
sevillano en 2017 y 2019. La empresa Pagés lo había incluido en un cartel de
extraño argumento, el Viernes de Farolillos, junto a El Fandi y Ginés Marín
para despachar la corrida de Matilla. Qué más daba... siempre se ha dicho que
la peor corrida es la que no se torea; un mes después de la puesta de largo de
esos carteles todo iba a saltar por los aires.
Sanlúcar y un toro de Miura
Pasaron los meses: marzo, abril, mayo, junio...
mientras se hablaba de fases, desescalada o nueva normalidad las plazas de
toros permanecían cerradas a cal y canto. A finales de julio se intuyó una
ilusionante reactivación del negocio taurino que, como ya hemos contado en los
capítulos anteriores de este especial de temporada, acabaría en agua de
borrajas. Pero en ese clima se proyectaron una serie de corridas –Osuna,
Estepona, la miniferia de Colombinas o El Puerto- entre las que se encontraba
la segunda edición de la llamada ‘Corrida Magallánica’ de Sanlúcar de Barrameda
–los toreros salen ataviados como marineros del siglo XVI- que se fijó para el
22 de agosto. Todo estuvo a punto de irse al traste con las nuevas medidas de
seguridad publicadas por la Junta de Andalucía el 13 de agosto, espoleadas por
la polémica inflada que siguió a la corrida del día 6 en El Puerto de Santa
María.
Pero el empresario Carmelo García, con el apoyo
imprescindible de Canal Toros, decidió seguir hacia delante. El empresario
había puesto a la venta 2.500 localidades, la mitad del aforo del coqueto coso
de El Pino. Tuvo que devolver el importe y disponer otro taquillaje: sólo 900
entradas resultantes de aplicar la nueva separación de metro y medio de
espectador a espectador. Las entradas se vendieron en pocas horas. El cartel
tenía pleno acento sevillano: Toros de Miura para Manuel Escribano, el propio
Daniel Luque y Pepe Moral.
Pero todos los titulares los acabaría acaparando
Daniel Luque, que cortó cuatro orejas a las reses que llegaron desde Zahariche.
Fue un encierro serio, casi pasado de rosca para la placita de Sanlúcar. El
diestro de Gerena, que no se ha prodigado con ese hierro, se entendió a la
perfección con su lote. Había toreado a placer a ‘Africano’, el boyante
segundo, pero el diálogo con el exigente quinto, un toro llamado ‘Maquinista’,
sería especialmente emocionante y serviría para revelar la capacidad y la
ambición renovada de su matador. El personal salió encantado.
La frustrada encerrona de Aranjuez
Sin solución de continuidad, Luque decidido
afrontar un nuevo reto para terminar de confirmar ese despegue y decidió
anunciarse en solitario en Aranjuez el 4 de septiembre. El torero había
escogido sendos ejemplares de Juan Pedro Domecq, La Quinta, Santiago Domecq,
Pedraza de Yeltes, Zacarías Moreno y Garcigrande en formato de concurso de
ganaderías y con indumentaria goyesca. La situación social, política y
sanitaria que vivía la Comunidad de Madrid en torno a la gestión de la pandemia
–Ayuso apoyó a los toros en su discurso pero al final no llegaría a autorizar
ni un espectáculo- acabó forzando la suspensión del evento pocas horas antes de
su celebración a pesar de la drástica reducción de localidades que había
llegado a proponer el empresario Carlos Zúñiga.
Daniel no había podido mostrar su renovada
dimensión a orillas del Tajo pero recuperó la senda del triunfo el 13 de
septiembre en Consuegra, un compromiso menor que experimentó gran resonancia a
lomos de la excepcionalidad que ha rodeado a todas y cada una de las corridas
de toros celebradas en este año de la pandemia. En ese momento su agenda
apuntaba al feudo francés en el que ya se había cocinado su recuperación
personal y taurina.
Sin estar anunciado, se vio haciendo el paseíllo
en Nimes en la tarde del 19 de septiembre. Sustituía a Manzanares, que había
tenido que volver al quirófano por sus crónicos problemas de espalda. Se
trataba de dar la alternativa a Marcos en presencia del francés Juan Leal.
Luque, sin suerte con sus ‘garcigrandes’, volvió a dejar una excelente
impresión, de torero en auténtica sazón. Esas mismas sensaciones se reeditarían
en su paso por Dax, anunciado otra vez con López Simón y Álvaro Lorenzo para
lidiar una corrida de Pedraza de Yeltes. Más allá de la oreja que cortó, las crónicas
hablaron de “firmeza”, “facilidad”, “sabor”...
Aún tuvo tiempo de cruzar el charco a comienzos de
octubre para actuar en la plaza mexicana de Cinco Villas en un festejo de luces
organizado para una televisión local en la que no hubo presencia de público.
Volvió lesionado pero la agenda española de Daniel Luque aún tenía citas por
cumplir. La más importante fue su comparecencia en la feria de San Lucas de
Jaén, mano a mano con Emilio de Justo, para estoquear un triple envío de Núñez
del Cuvillo, La Quinta y Juan Pedro Domecq. Ambos espadas hicieron méritos para
abrir una de esas puertas grandes que las nuevas medidas sanitarias obligan a
mantener cerradas. Pero, dejando a un lado la estadística, volvió a quedar el
poso y la memoria. Daniel cuajó de cabo a rabo al de Cuvillo; lidió con
solvencia al de La Quinta y reventó por verónicas al de Juan Pedro. ¿Había
dudas?
Ésa era la mejor firma a su temporada pero aún
tenía que cumplir un último y muy reciente compromiso enmarcado dentro de la
llamada ‘Gira de Reconstrucción’ orquestada por la Fundación del Toro de Lidia
que sigue su curso, buscando plazas liberadas de la pandemia. Era la tercera de
las tres corridas que se habían anunciado en Sanlúcar de Barrameda entre los
días 7 y 8 de noviembre y se acabaron celebrando en Estepona. Había que sortear
el cierre perimetral que en ese momento afectaba –entre otras muchas- a la
localidad gaditana y que ya se extiende a todo el territorio andaluz. El
matador de Gerena cortó oreja en mano a mano con el malagueño Fortes. Más allá
de todo eso estaba cerrando una temporada tan extraña como esperanzadora que
debe servir para saltar una nueva órbita. Luque sí podrá recordar sin amargor
este 2020.
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