El
extremeño cuaja una sensacional tarde y corta tres orejas al mejor lote de
Victoriano del Río en su mano a mano con Ferrera
ROSARIO
PÉREZ
@CharoABCToros
Diario ABC
de Madrid
Fotos: Plaza
1
Cuatro de julio de 2021. Las Ventas acoge su
segundo festejo mayor de la temporada tras largo año y medio de sequía, al
margen del festival del 2 de mayo. Después de la victorinada del pasado sábado,
este domingo se celebra la llamada Corrida de la Cultura, en la que se
anuncian, mano a mano, dos extremeños: Antonio Ferrera y Emilio de Justo. En
los corrales aguarda una corrida de Victoriano del Río, cinqueña pasada, a
punto de cumplir los seis años.
Con el cartel de No hay billetes dentro del aforo
permitido (6.800) hacen el paseíllo Antonio Ferrera, de verde y oro, y Emilio
de Justo, de azul pavo y oro.
Tras el paseíllo, Ferrera ordenó pintar (señalar
más) las rayas. Poco importaría cuando salió el primero de la tarde, el único
con el hierro de Toros de Cortés, un manso en el que el extremeño sembró la
polémica cuando, como en Badajoz el pasado año, mandó al piquero salir del
tercio para picar al toro. Ahí fue donde empujó Soleares de los cuatro
encuentros.
Brindó al público y se dobló con sabor. El toro,
un pavo con leña para pasar el invierno, metía la cara por el izquierdo. Y
también por el derecho, por donde llevó muy tapado a un toro con tendencia a
meterse por dentro. Se revolvía con peligro en el de pecho. Porque el toro
tenía mucho peligro, sordo para algunos, y el veterano maestro apostó con
valor. Un muletazo rodilla en tierra y un desdén coronaron la obra. Con
distancia, citó para matar, y allá que se fue Soleares, pero la espada quedó
enhebrada. Más en corto luego, enterró media muy baja. Palmas al toro y al
torero.
Rivalidad en quites en el segundo, Esmerado, de
562 kilos. A las verónicas de arrebato de Ferrera respondió Emilio de Justo con
unas chicuelinas de mano baja. Se dobló De Justo en los inicios con un toro de
poco celo al que había que empujar mucho. Muy centrado, el extremeño ahondó en
cuatro naturales de máxima pureza. Ahí rompió la faena, entre el 7 y el 8. Rota
la cintura, rota la ovación. Cinco naturales de pecho ofrecido contuvo la
tercera tanda zurda, buscando la colocación sincera. Un cambio de mano le llevó
de nuevo a la muñeca del tenedor, pero ahí el de Victoriano comenzó a escarbar
y optó por unos derechazos en los que hizo embestir al toro. A pies juntos
remató antes de la suerte suprema. El espadazo se cayó algo, pero no importó
para la concesión de la primera oreja de la tarde.
Candidato era el tercero, un burraco que en agosto
cumpliría seis años y al que no le sobraba culata. Ferrera lo saludó a la
verónica, adornándose con una especie de farol sin toro. Cuando se iba a
producir el quinto encuentro en banderillas, Ferrera se hizo cargo de la lidia,
en manos entonces de Valdeoro. Ni Montoliu ni Sánchez lograba que los pares
quedaran clavados, hasta que por fin en sexto lugar, con los terrenos del toro
cambiados por Ferrera, Sánchez logró el mejor par. Con el animal rajado,
Antonio dejó fogonazos de desmayo e inspiración entre el 4 y el 5. Hubo muchos
tiempos muertos. Al final, tiró la ayuda para torear a derechas al natural. Con
veinte metros de por medio, se fue al paso hacia el toro y enterró una estocada
caída, que generó división, con más palmas que pitos.
Duende, de 551 kilos, se llamaba el cuarto, en el
que la plaza parecía aplatanada. El bochorno era tremendo. Aunque más
bochornoso fue el tercio de banderilla: siete palos acabaron en el redondel.
Las lanzas se volvieron cañas con el matador: dos tandas de derechazos pusieron
la plaza en ebullición, especialmente la segunda, con el compás muy abierto,
con un pase de pecho a la hombrera contraria. ¡Y cómo fue la tercera! Roto el
torero, con un embroque sensacional, crujía la Monumental. Pasó luego a la
zurda, por donde hubo menos ajuste. Le costó a Duende romper por ese pitón,
despidiéndose con la cara alta. En la vuelta a la mano de escribir, el toro iba
más largo, con más clase. Y Emilio de Justo lo toreó soberbio, abandonado en el
último muletazo con el buen toro de Victoriano. Quería más y perdió las telas.
El estoconazo, en el rincón. Con la boca cerrada, se tragó la muerte,
bellísima. Dos orejas y vuelta al ruedo al toro, que pareció exagerada. Se
supone que a un toro, en Madrid, hay que exigirle más para tal galardón.
Cantaor, número 111, de 555 kilos, eran los datos
del quinto, con el que Antonio Chacón se desmonteró. Suya había sido la mejor
lidia en el primero y suyos fueron los mejores pares de rehiletes. Sensacional
su tarde, una tarde de oro para un torero de plata. El reservón toro fue el
peor de lo que iba de conjunto y Ferrera lo lidió con oficio. Luego pinchó.
Cantó la gallina el manso. Tres pinchazos y media. Y tres descabellos.
Silencio.
Cerró plaza Bisonte, un colorado chorreado,
también con 'la mayoría de edad' más que cumplida y que no regaló nada. Como su
nombre embestía en los inicios. Pero Emilio de Justo, con una tarde redonda, lo
hizo embestir por ambos lados y se inventó una obra torerísima. Maravillosa la
trinchera y el de pecho, que los borda. A la primera lo cazó, de un espadazo
algo delantero y desprendido. Necesitó el uso del verduguillo, lo que impidió
el corte de un trofeo. Aun así, dio una dimensión extraordinaria. Tres orejas
cortó en la corrida de la Cultura, y pura cultura fue Emilio de Justo en Las
Ventas.
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