domingo, 4 de julio de 2021

CORRIDA EXTRAORDINARIA DE LA CULTURA - Emilio de Justo, pura cultura en Las Ventas

El extremeño cuaja una sensacional tarde y corta tres orejas al mejor lote de Victoriano del Río en su mano a mano con Ferrera
ROSARIO PÉREZ
@CharoABCToros
Diario ABC de Madrid
Fotos: Plaza 1
 
Cuatro de julio de 2021. Las Ventas acoge su segundo festejo mayor de la temporada tras largo año y medio de sequía, al margen del festival del 2 de mayo. Después de la victorinada del pasado sábado, este domingo se celebra la llamada Corrida de la Cultura, en la que se anuncian, mano a mano, dos extremeños: Antonio Ferrera y Emilio de Justo. En los corrales aguarda una corrida de Victoriano del Río, cinqueña pasada, a punto de cumplir los seis años.
 
Con el cartel de No hay billetes dentro del aforo permitido (6.800) hacen el paseíllo Antonio Ferrera, de verde y oro, y Emilio de Justo, de azul pavo y oro.
 
Tras el paseíllo, Ferrera ordenó pintar (señalar más) las rayas. Poco importaría cuando salió el primero de la tarde, el único con el hierro de Toros de Cortés, un manso en el que el extremeño sembró la polémica cuando, como en Badajoz el pasado año, mandó al piquero salir del tercio para picar al toro. Ahí fue donde empujó Soleares de los cuatro encuentros.
 
Brindó al público y se dobló con sabor. El toro, un pavo con leña para pasar el invierno, metía la cara por el izquierdo. Y también por el derecho, por donde llevó muy tapado a un toro con tendencia a meterse por dentro. Se revolvía con peligro en el de pecho. Porque el toro tenía mucho peligro, sordo para algunos, y el veterano maestro apostó con valor. Un muletazo rodilla en tierra y un desdén coronaron la obra. Con distancia, citó para matar, y allá que se fue Soleares, pero la espada quedó enhebrada. Más en corto luego, enterró media muy baja. Palmas al toro y al torero.
 
Rivalidad en quites en el segundo, Esmerado, de 562 kilos. A las verónicas de arrebato de Ferrera respondió Emilio de Justo con unas chicuelinas de mano baja. Se dobló De Justo en los inicios con un toro de poco celo al que había que empujar mucho. Muy centrado, el extremeño ahondó en cuatro naturales de máxima pureza. Ahí rompió la faena, entre el 7 y el 8. Rota la cintura, rota la ovación. Cinco naturales de pecho ofrecido contuvo la tercera tanda zurda, buscando la colocación sincera. Un cambio de mano le llevó de nuevo a la muñeca del tenedor, pero ahí el de Victoriano comenzó a escarbar y optó por unos derechazos en los que hizo embestir al toro. A pies juntos remató antes de la suerte suprema. El espadazo se cayó algo, pero no importó para la concesión de la primera oreja de la tarde.
Candidato era el tercero, un burraco que en agosto cumpliría seis años y al que no le sobraba culata. Ferrera lo saludó a la verónica, adornándose con una especie de farol sin toro. Cuando se iba a producir el quinto encuentro en banderillas, Ferrera se hizo cargo de la lidia, en manos entonces de Valdeoro. Ni Montoliu ni Sánchez lograba que los pares quedaran clavados, hasta que por fin en sexto lugar, con los terrenos del toro cambiados por Ferrera, Sánchez logró el mejor par. Con el animal rajado, Antonio dejó fogonazos de desmayo e inspiración entre el 4 y el 5. Hubo muchos tiempos muertos. Al final, tiró la ayuda para torear a derechas al natural. Con veinte metros de por medio, se fue al paso hacia el toro y enterró una estocada caída, que generó división, con más palmas que pitos.
 
Duende, de 551 kilos, se llamaba el cuarto, en el que la plaza parecía aplatanada. El bochorno era tremendo. Aunque más bochornoso fue el tercio de banderilla: siete palos acabaron en el redondel. Las lanzas se volvieron cañas con el matador: dos tandas de derechazos pusieron la plaza en ebullición, especialmente la segunda, con el compás muy abierto, con un pase de pecho a la hombrera contraria. ¡Y cómo fue la tercera! Roto el torero, con un embroque sensacional, crujía la Monumental. Pasó luego a la zurda, por donde hubo menos ajuste. Le costó a Duende romper por ese pitón, despidiéndose con la cara alta. En la vuelta a la mano de escribir, el toro iba más largo, con más clase. Y Emilio de Justo lo toreó soberbio, abandonado en el último muletazo con el buen toro de Victoriano. Quería más y perdió las telas. El estoconazo, en el rincón. Con la boca cerrada, se tragó la muerte, bellísima. Dos orejas y vuelta al ruedo al toro, que pareció exagerada. Se supone que a un toro, en Madrid, hay que exigirle más para tal galardón.
 
Cantaor, número 111, de 555 kilos, eran los datos del quinto, con el que Antonio Chacón se desmonteró. Suya había sido la mejor lidia en el primero y suyos fueron los mejores pares de rehiletes. Sensacional su tarde, una tarde de oro para un torero de plata. El reservón toro fue el peor de lo que iba de conjunto y Ferrera lo lidió con oficio. Luego pinchó. Cantó la gallina el manso. Tres pinchazos y media. Y tres descabellos. Silencio.
 
Cerró plaza Bisonte, un colorado chorreado, también con 'la mayoría de edad' más que cumplida y que no regaló nada. Como su nombre embestía en los inicios. Pero Emilio de Justo, con una tarde redonda, lo hizo embestir por ambos lados y se inventó una obra torerísima. Maravillosa la trinchera y el de pecho, que los borda. A la primera lo cazó, de un espadazo algo delantero y desprendido. Necesitó el uso del verduguillo, lo que impidió el corte de un trofeo. Aun así, dio una dimensión extraordinaria. Tres orejas cortó en la corrida de la Cultura, y pura cultura fue Emilio de Justo en Las Ventas.

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