Deslucido encierro de Campolargo que salva un toro de Rancho Alegre en la segunda corrida de de la feria de Tovar
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
TOVAR (Mérida, Ven.).- La corrida de ayer en pocas palabras fue un “tostón” en toda su magnitud. Ni la oreja de César Girón al 5º, ni las dos orejas que le dieron en la labor de cierre al rejoneador José Luis Rodríguez salva de la quema un festejo que transcurrió entre el bostezo y el hastío total, lo cual es malo para lo que se llama una corrida de toros.
Y precisamente los toros en parte tienen culpa del resultado. Sacamos de este apartado el bravo castaño que cerró plaza, precisamente para rejones, un manantial de bravura de principio a fin, que fue aprovechado por el jinete merideño, en lidia solvente, efectista, ayuna de la pureza que debe contar el clavar al estribo y no a la grupa como lo fueron la mayoría de rejones y banderillas que se prodigó. En fin, corta historia que se complementa con la oreja que por petición del público el palco presidencial concedió. Si no lo hace, igual nada hubiese pasado.
Petardo monumental el que se ha pegado en su presentación en el ruedo tovareño el mexicano Alejandro Martínez Vértiz. Ni con su primero, ni con el que hizo cuarto el ya mayorcito espada se le vio luz en su planteamiento. Dubitativo, falto de sitio, sin ideas claras de lidia, pasó sin pena ni gloria por el redondel del Coliseo. Una pena, porque se esperaba mucho más, sin redimirlo de culpa que pechara con antagonistas a contraestilo, descastados, sin clase, ritmo cambiante en su embestida, pero tampoco sacando a relucir recursos para solventar dichos problemas propios de un toro bravo. Al final la desaprobación entre los presentes era evidente, al igual que la contrariedad del propio torero y su padre en el callejón.
César Girón se presentaba en Tovar, frente a un exponente de irregular comportamiento tanto en varas como en muleta, donde la voluntad por agradar del sevillano se colocó en evidencia en todo momento. Largo y variado fue su labor con la pañosa, siempre por encima de las condiciones del animal, en especial por la mano diestra donde se sintió a gusto. El certero medio espadazo perpendicular hizo de la muerte del toro una viva imagen de aquella escultura del valenciano Mariano Benlliure.
Más asentado y en momentos artista se le observó en los comienzos de actuación frente a su segundo, animal mucho más agradecido en el trato que en los tercios previos al de muleta dispendió el nieto de el Gran César Girón. Las series por la derecha, cuatro para ser más precisos, llevaron aroma y sentimiento caro hasta que el bruto acorto recorrido. En esos terrenos se adentró el hijo de Doña Mirna, para cincelar una labor, con altibajos que era un oasis en pleno desierto a lo que había sido hasta ese momento la corrida. El pinchazo previo a la estocada entera, para cortar la oreja, por petición mayoritaria de público, no precisamente por los entendidos.
Orellana, el torero del patio, luciendo un precioso terno “de la aguja” no ha podido coronar el triunfo que se le resiste con rotundidad en esta, su plaza. Con su primero, por momento atropellando la razón, a pesar de las enormes ganas se le vio al espigado torero, llevándose incluso una voltereta y un achuchón, sin afortunadamente que lamentar. De esta labor se destaca su toreo por verónicas, con suavidad. La media tendida y trasera, fueron salvoconducto para saludar al tercio.
Los faroles de rodillas despertaron del letargo a los presentes ante el sexto, motivo para que Orellana “echara toda la carne en el asador” para no irse vacío. Pero otro fue el cantar de dicha actuación, pues el toro pronto cortó recorrido por ambos pitones, sin humillar lo que a pesar del incondicional apoyo de los paisanos no hizo eco en los tendidos. Cuatro viajes con el acero, ante de tres golpes con el descabello dejaron su acto en silencio y preocupante panorama, ante lo que implica el que aún se le resistan en triunfos las plazas de su estado natal.
Cerró plaza la actuación del rejoneador José Luis Rodríguez, el cual ya habíamos señalado los derroteros por los cuales transcurrió. Que tiene una excelente cuadra de caballos, es evidente. Que la veteranía es un grado que no se oculta, se le reconoce. Que tuvo ante sí un gran colaborador que fue «Andino» Nº 83, de Rancho Alegre es punto importante para definir su triunfo de ayer, el mismo que le redime de los petardazos vistos en San Cristóbal, ultima ocasión donde le habíamos observado. Otra cosa es la pureza de su toreo a la jineta que tanto se ufanan en endilgar. Materia aún pendiente, para quien actualmente es referencia del rejoneo en nuestro país. ¡Ahora quien le aguatan a sus acólitos cantarle este triunfo!. Amanecerá y después veremos…
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros Coliseo de Tovar. Sábado 10 de Septiembre de 2011.
II corrida de la 168ª Feria de la Virgen de Regla.
Con casi lleno en los tendidos, con escasos claros en el tendido general, se han lidiado seis toros de CAMPOLARGO (Juan Campolargo), justos de presencia, corralones, descastados, con asperezas en la muleta, siendo el más potable, en lo que cabe, el corrido en 5º lugar. Para rejones se corrió en 7º lugar un astado de RANCHO ALEGRE, bravo con los caballos, el cual no se cansó de perseguir las cabalgaduras.
Pesos: 496, 445, 425, 428, 430, 430, 425.
Alejandro Martínez Vértiz (Lila y plata), silencio y pitos.
César Vargas Girón (Blanco y plata), saludos desde el tercio y oreja.
Rafael Orellana (Blanco y azabache), saludos desde el tercio y silencio.
José Luis Rodríguez (Casaquilla negra a la usanza portuguesa), dos orejas.
INCIDENCIAS: Buenos pares de Jorge Uzcátegui “Chirimoya” además de buena vara de Alfredo Guimerá al 5º. *** Martínez Vértiz se presentaba en Tovar con «Bailador» Nº 898 de 496 kilos al igual César Girón, con «Mocotíes» Nº 890 de 445 kilos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario