En el borrador de la nueva Ordenanza Taurina, la Comisión Municipal delega sus atribuciones y competencias sobre el espectáculo en la empresa organizadora. La empresa de la plaza de Quito, CITOTUSA, será juez y parte de todo lo que ocurra en los festejos que se lleguen a dar.
MARÍA TORAL
Ha caído en nuestras manos lo que, únicamente se puede designar como; la “apología del disparate”, misma que ha tomado forma, en un patético borrador de lo que se pretende sea, la nueva Ordenanza Taurina para Quito.
El disparate comienza por reconocer que, “los espectáculos taurinos son una tradición cultural de los quiteños”, pero; se limita a reconocer esa cualidad e importancia, sin luchar por la pureza de esa tradición, por la verdad de esa cultura. Lo que es aún peor; se permite que se destruya, de un plumazo, con la veracidad de la fiesta; sin empacho.
Viniendo este disparate de la Comisión Taurina del Municipio capitalino, uno creería entender que sus miembros tienen el suficiente conocimiento de lo que significa la Fiesta Brava y, alguien que comprenda en algo una corrida de toros no puede estampar con semejante desparpajo la frase, amañada y retorcida, que se colocó en la consulta y referéndum: “… teniendo la muerte del animal como finalidad del espectáculo público”.
Si la finalidad de las corridas fuera la muerte del toro, no existirían los tercios que, (según el panfleto absurdo que representa este amago de Ordenanza) se mantienen, ni mucho menos; la figura del indulto y es que, solo alguien absolutamente ignorante en materia taurina puede concebir esa descripción, descripción que casi llega a retar la lógica.
Tras algunos párrafos de relleno, se repite que: “se reconoce a los festejos populares como actividad ancestral de nuestro pueblo y festejo cultural arraigado en nuestras costumbres…” Leyendo tan prosopopéyica declaración, cabe preguntarse: si tan claro tenían el panorama, ¿porqué se dejaron manipular y permitieron que una pregunta que, en derecho; solo podía ser preguntada por el Municipio, fuese manipulada por el Ejecutivo?
Pero este “canto al absurdo” continúa. Se habla de “corridas de toros” cuando, al quitar la muerte, han quitado a los festejos taurinos su categoría de Corridas de Toros porque, la corrida tal y como se la entiende, implica la muerte del toro.
En algún momento hablan de los derechos de los espectadores y dicen que les asiste el de ver el espectáculo en su “totalidad”. ¿Qué totalidad cabe en un espectáculo mutilado.
Y el absurdo no para ahí, tan incoherente es lo que se propone en el dichoso borrador que, la Comisión Taurina cede todos sus fueros al “organizador del evento”. Leyendo todo lo que exponen, no queda más que darse cuenta de que la Comisión ha tirado la toalla y ha decidido que no tiene razón de existir, ¿si no, porqué delega todo en manos del organizador?, al hacerlo, se borran a sí mismos, casi totalmente, del panorama seudo taurino de la capital.
¡El Organizador del evento” enviará la terna de candidatos a Presidente de Plaza, que será el que mande en los espectáculos taurinos; la Comisión Taurina delega todo el poder en la persona elegida de la lista enviada por el “organizador del evento” por tanto, el dichoso organizador, será: juez y parte de todo lo que ocurra en los festejos que se lleguen a dar.
Entre sus atribuciones, consta específicamente la sustitución de toros y toreros. Lo de los toros, se entiende y es de cajón, pero lo de los toreros deja una pregunta; ¿en esta nueva modalidad “criollísima” de la fiesta brava, se tendrá también toreros sobreros, cada tarde
Luego se dice que la Presidencia tendrá en cuenta “los usos y costumbres tradicionales del lugar…”, cómo se explica esto si, al quitar la muerte del toro se está rompiendo con esos usos y costumbres?. Un absurdo más en este rosario de sinsentidos, ¡sume y dele!
Y no respire nadie que los dislates continúan, se dice que el Presidente levantará un acta al finalizar el espectáculo, entre los seis puntos que deberá llenar están: nombre de la ganadería, cantidad de reses lidiadas, número de identificación de los mismos y se dejan en el olvido datos tan importantes como peso, características, estado de los pitones.
Por este tenor de “brillanteces” podríamos continuar por cinco páginas más de este disparatado intento de Ordenanza, pero la verdad es que cuando se lee tanto absurdo junto, termina uno por cansarse y, vale más dejarlo por el bien y la salud mental de los lectores.
Lo único afortunado de todo este despropósito, es que se trata de un borrador que, si la Comisión Taurina Municipal se tiene un ápice de respeto, tirará al tacho de la basura para comenzar a desarrollar una Ordenanza coherente y clara, aún dentro del absurdo de destruir una “tradición cultural de los quiteños”.
Aprobar el disparate que ha llegado a nuestras manos, como regidor de los espectáculos taurinos de Quito, sería un reconocimiento tácito de que la Comisión Taurina , al escribirlo; se dejó olvidados en el baúl de los recuerdos, los conocimientos taurinos.
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