La
profusión de festejos y la promoción de los escalafones menores saca al negocio
de las trincheras aunque la distancia a la plena normalidad aún es demasiado
larga
ÁLVARO R.
DEL MORAL
Diario CORREO
DE ANDALUCÍA
Pasaron las ferias de Córdoba y Vistalegre. Ha
habido toros en Aranjuez, Niebla... Se anuncian corridas de postín en Morón,
Sanlúcar o Brihuega. Hay carteles para Castellón, que cambiará a la Magdalena
por San Juan y San Pedro; el Corpus taurino de Granada tampoco faltará a su
cita en estos días. Ya se ha iniciado la ambiciosa y necesaria Liga Nacional de
Novilladas, seguramente la solución más sensata para dar vida al escalafón
menor. El otoño taurino de Sevilla –ese San Miguel ampliado que debería servir
para explorar el futuro- es una certeza cada vez más cercana... El toreo renace
a pesar de todo pero no conviene olvidar todo lo que quedó derribado en este
largo año y medio de pandemia. Pero llovía sobre mojado. La crisis estructural
del negocio taurino era anterior a la irrupción del famoso bichito que se alió
con los coletazos de la anterior crisis económica –para poner a las huestes del
toreo al borde del mayor precipicio que han conocido en su historia.
Hay que aprender de estas lecciones para
reconstruir un futuro que sigue estando plagado de peligros, dentro y fuera del
propio planeta taurino que –es un poner- no puede permitirse errores tan
garrafales como la esmirriada corrida lidiada en Aranjuez. Pero hay más: el sector
se empeña en renovar su vocación cainita, alimentando esa guerra fría –y no tan
fría- que enfrenta los empresarios más encopetados con algún pretendiente con
ideas nuevas y ganas de trabajar. Ya hemos hablado de ello en alguna ocasión. Y
de muestra, un nuevo botón a cargo de José María Garzón, que ha ideado un
cartel inédito, oportuno y lleno de argumentos para montar su segundo festejo
al frente de la plaza de Morón de la Frontera. Los nombres de Urdiales, Aguado
y Ortega se funden en una terna atractiva y de sabor clásico que tendrá que
demostrar su poder taquillero –y sus opciones de futuro dentro de un escalafón
viciado y cargado de trienios- con un aforo autorizado del 50%. Se le da una
nueva ‘chance’ a los toros de Murube, que alternarán con los de Juan Pedro
Domecq. La clase de las reses de Las Cobatillas tratan de recuperar el terreno
perdido en la lidia a pie. Se las sigue esperando con interés...
¿Cambio de ciclo?
El caso es que huele a cambio de ciclo mientras se
percibe la derrota del virus gracias al esfuerzo de nuestros sanitarios y la
velocidad de crucero que ha tomado la vacunación. Pero no conviene bajar la
guardia y tener bien marcados a los enemigos. No sólo de esta lamentable
pandemia que nos sigue recordando, como en un Miércoles de Ceniza eterno, que
polvo somos y en polvo nos convertiremos... Nos referimos al fin de la nefasta
etapa sociopolítica abanderada por un narciso mentiroso que nos quiere vender
el último crecepelo cocinado en la marmita de su Rasputín particular, que ya no
está para vender muchas motos. Sí, hablamos de esa supuesta Ex-paña de las
maravillas que el padrecito Sánchez nos regalará en 2050. Si seguimos coleando
seremos más solidarios, sanos, sostenibles, inclusivos, con perspectiva de
género, progresistas y por supuesto veganos. Ojo al dato: el consumo de carne
se coloca en el punto de mira de los de siempre. Se demoniza al ganadero y con
él, se vuelve a poner a los pies de los caballos –y las caballas- un ancestral
modo de vivir. Pero más allá de todo eso, como en la peor de las pesadillas
comunistas, se pretende que la gente hable, piense y hasta coma tal y como le
ordene el zar del helicóptero. La elección es bien sencilla: dictadura
ideológica o libertad de pensamiento. Y ahí también entran los toros. Sólo deseamos
una cosa. Que en 2050 toda esa mercancía averiada sólo sea historia. La peor de
nuestro pasado reciente.
Curro Puya: 90 años después...
Este lunes, 31 de mayo, se cumplen 90 años
redondos de la cogida mortal de Francisco Vega de los Reyes, Curro Puya, el
primer Gitanillo de Triana que se vistió de luces. Tal día como hoy pero en
1931 fue cogido por ‘Fandanguero’, un toro de Graciliano Pérez Tabernero, que
le enganchó durante la faena, infiriéndole dos cornadas. El animal se ensañó de
una manera brutal con el diestro trianero sin que Marcial Lalanda –que acudió
al quite- pudiera evitar la tragedia. El toro –tercero de aquella tarde en la
que también actuaba Chicuelo- había corneado a Curro en la pierna izquierda y
volvió a alcanzarle cuando lo arrojó a la arena. Conducido a la enfermería,
Curro susurró a su mozo de espadas: “Este toro me ha desbaratado...” El primer
parte hablaba de destrozos musculares en el muslo pero preocupaba más la
segunda cornada que le rompía el hueso sacro y le arrancaba el nervio ciático.
Curro Puya fue trasladado aquella misma noche al
sanatorio del doctor Crespo que unos días después –el 3 de junio- amortiguaba
las esperanzas hablando de “eliminación de líquido cefalorraquídeo” y “peligro
de presentación de meningoencefalitis que ensombrecería totalmente el
pronóstico”. No se equivocó. La agonía del diestro gitano fue lenta, brutal,
interminable... ingresado dos meses y medio en el sanatorio en medio de dolores
espantosos. Antonio Conde, su fiel mozo de espadas, no se movió de su lado en todo
ese tiempo. El final era irremediable pero se hizo esperar. El penúltimo día
fue presa de un gran nerviosismo. La madrugada del 14 de agosto perdió el habla
y la vista. “No veo” fueron sus últimas palabras. Se le estaba apagando la vida
hasta expirar plácidamente a las siete de la mañana acompañado de sus padres y
hermanos, algunos amigos y el fiel Conde. En San Jacinto vistieron a la
Estrella de luto en plena Pascua Florida. Había muerto un torero que engrosaba
la larga lista de bajas de la fecunda y sangrienta Edad de Plata. Gloria a
Curro Puya.
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