JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
El viernes, en Sevilla, Juan Ortega y Morante
cubrieron castamente con sus capas la "ruinosa" corrida de Juan
Pedro. El sábado, llegaron Perera y Roca Rey a tratar, hasta con tremendismo,
de inyectar vida y emoción a una postrada y aborregada de Justo Hernández,
quien al final exclamó: "siento vergüenza".
El sábado en Madrid, tres arrojados novilleros;
Diosleguarde, Fonseca y Perera, fueron vapuleados por una fuerte novillada de
Fuente Ymbro. Y el domingo, también en Las Ventas, los serios victorinos fueron
execrados por no ayudar, por no dejarse de López Chaves, Lamelas y Colombo.
Algunas autorizadas voces lanzadas al mundo desde
las dos catedrales parecerían contradictorias; palo porque bogas y palo porque
no bogas. Unas, contra el "despropósito" de tan amenazantes toros que
rompen el arquetipo del "bonito" y amigable toro maestrante. Otras,
contra los indómitos utreros que pusieron a la terna en el filo de la navaja, y
los bien armados y hoscos albaserradas, que no ayudaron.
Pero no es necesario hilar fino para encontrar que
no hay tal contradicción. Más bien, un estado de opinión. El toro "para
los tiempos que corren" debe ser joven, pequeño, bajo, ligero, romo,
dócil, que vaya y venga, que facilite su burla y muerte; inerme, sin incomodar,
sin sobresaltar, sin desentonar. ¡Es que te pueden matar hasta con el rabo!
Y se imagina uno, que si ese toro que pintan
hablara, leyera, entendiera los mensajes subliminales de tales prédicas, bien
podría recitar para sí los versos de León de Greiff: "Juego mi vida,
cambio mi vida, de todos modos la llevo perdida".
¿Será esa fiesta que desean, la que nos heredaron
Pedro Romero, El Chiclanero, Desperdicios, Miura, Pepete…? ¿La que se erigió
como fiesta de honor y ceremonia romántica por excelencia, dando pábulo a la
bizarra leyenda, y a la cascada de arte y literatura en estos últimos siglos?
¿Será el abandonar la épica, para farolear con un
toro en minusvalía, el camino de retorno a la seducción de las masas
consumidoras, que tanto preocupa? ¿O quizá es el camino que las masas de esta
nueva cultura globalizada y animalizada exigen para perdonarle la vida en las
taquillas al viejo culto?
Cualquiera que sea la respuesta, los medios
tendrán mucho que ver con ella.
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