Ciertas
izquierdas andan empeñadas en crear una sociedad triste, previsible y
profundamente intervenida en la que no pueden tener cabida los toros
ÁLVARO R.
DEL MORAL
Diario EL
CORREO DE ANDALUCÍA
“La risa mata el miedo, y sin el miedo no puede
haber Fe, porque sin miedo al Diablo ya no hay necesidad de Dios”. Es lo que espetó
el venerable Jorge de Burgos a Fray Guillermo de Baskerville, el memorable
personaje de Umberto Eco en ‘El Nombre de la Rosa’, tras requerirle éste el
segundo libro de poética de Aristóteles, referido a la comedia, y serle negado
por el primero, que consideraba la risa “un viento diabólico”.
No dejaba de ser un perfecto retrato de la
obsesión de la parte más retrógrada de aquella oscura Iglesia del medievo por
eliminar la comedia y la risa. Esa dogmática iglesia de los tiempos oscuros
sigue vigente, cambiando fachadas y protagonistas. Está encarnada hoy por
insoportable progresía imperante que cuenta con sus propios santos, sus
oraciones y letanías, también con dogmas intocables y hasta su infierno
particular. Nada escapa de la inquisición de lo políticamente correcto. Tampoco
los toros, y mucho menos esa risa que espantaría los diablos que escupen a
diario. No, la inquisición –la catacumba de ayer, la progresía de hoy- nunca
supo reírse. Jamás. Tampoco ahora. El puritanismo nunca bromeó. Sólo metía fuego
a los disidentes.
De los espectáculos cómicos
¿Por qué contamos esto? Las sucesivas intentonas
de torpedear los espectáculos cómico taurinos –por el indudable y clásico
protagonismo de sus enanos toreros- sigue prestando jugosos argumentos para
escribir, divagar y reflexionar sobre la deriva de esa sociedad que anhelan
ciertas izquierdas que se autodenominan progresistas. Se trata de un mundo en
el que no tiene cabida el libre pensamiento, la cultura del esfuerzo, la valía
personal, los ancestrales valores del agro... y ni siquiera el sentido del
humor. ¿No se han dado cuenta? En la particular Arcadia de estas nuevas
izquierdas, los acondroplásicos pueden merecer la altanera compasión de los
nuevos inquisidores pero no pueden decidir por sí mismos a lo que se quieren
dedicar. En este caso se trata del toreo cómico, una actividad centenaria –que
tampoco puede ocultar su propia decadencia- que es plenamente legal, se
encuentra absolutamente reglamentada y no debería atentar contra ninguna
sensibilidad.
La progresía les tolera su participación en el
deporte paralímpico –ahora se están celebrando los juegos de Tokio,
precisamente-, en el cine o en aquellas actividades tuteladas y dirigidas por
ciertos santones que buscan su supuesta integración en el mundo para colgar
medallas a los presuntos redentores. Pero no; no pueden dedicarse libre y
profesionalmente a hacer reír a través del toreo sin el plácet de los nuevos
fariseos. ¿Hacer reír? ¿Cómo es posible? Tienen que preguntar antes a la
ministra o a la consejera. Hay que volver a Fray Guillermo de Baskerville en su
duelo dialéctico con el inquisitorial fraile benedictino Jorge de Burgos,
trasunto medieval de los actuales ayatolás de lo políticamente correcto.
Prefirió que los libros ardieran, inmolándose con ellos, antes de transmitir
ciertos conocimientos. San Juan dijo que la verdad nos hace libres... Y perdón
por la parrafada...
Skye: la cuota femenina
Una cosa nos lleva a la otra sin salir de los
mundos de Yupi de esta insoportable tropa. Teresa Rodríguez, señora de Kichi y
parlamentaria en las Cinco Llagas, se ha unido al coro denunciando que la
presencia de la adorable perrita Skye en la serie de dibujos animados ‘La
patrulla canina’ está lejísimos de la legítima cuota femenina que dictan los
mandamientos de la progresía. ¡Anatema! La luz por las nubes, el covid campando
a sus anchas, Afganistán chorreando sangre y España en manos de lo mejor de
cada casa... pero el problema es esa perrita que la jefa de Adelante Andalucía
quiso encuadrar –literalmente- en el “principio Pitufina’. Por cierto, cobra de
usted y de mí.
En ese mundo de perritas bomberas y pitufinas no
se puede hablar de toros. Tampoco de esfuerzo, honor o competitividad. Son
valores intransferibles de una fiesta que encarna todo lo contrario que
predican los nuevos santones. Pues con esos bueyes hay que arar en esta España
nuestra que derrama lágrimas de cocodrilo por sus mascotas, alienta el aborto
adolescente y consagra una solución final llamada eutanasia. Es todo tan
desesperante, tan desesperanzador, tan insoportable... ¿Cuánto queda para
aguantar a toda esta gente? La semana que viene, ya si eso, les hablaremos de
toros...
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