"...es
la que contribuye a potenciar la visión del espectador..."
ANTONIO
CASANUEVA
La plaza de toros es un círculo. Toro y torero
están en el centro a la vista de todos. El torero no puede mentir, está
expuesto en público ante el peligro. José Tomás lo explica de la siguiente
manera: "En la plaza cada uno se comporta tal como es, en la plaza no se
puede fingir, en la plaza todo es de verdad".
Los espectadores miran al torero ejercer el
sacrificio. Lo que hacen toro y torero se somete al juicio popular. Los
espectadores premian (o desaprueban) sin distinción de oficios o clases
sociales. En la plaza son todos iguales. Es una democracia donde se laurea con
un olés y se evalúa con el pañuelo blanco.
Quien asiste a una plaza de toros no es un
espectador pasivo. Durante la corrida se aprecia de lo bueno y de lo malo, se
adjetiva lo justo y lo injusto, se diferencia lo bello de lo feo. El espectador
aprecia la autenticidad de la fiesta. Por eso Tierno Galván dice que
"acudir a los toros sea un acto de brutal sinceridad social, que nos
delata, en cierto modo, ante los demás".
La semana pasada, la Asociación Nacional de
Matadores de Toros emitió un comunicado quejándose de la opinión de algunos
críticos hacia determinados toreros que participaron en el certamen
"México busca un torero", y en dicha carta se afirmaba que: "A
los toreros solamente nos puede juzgar: el toro y el público, nadie más".
El comentario es una sinrazón, porque al decir que
"nadie más" puede emitir juicio sobre la labor de un torero
descalifican a periodistas, ganaderos, empresarios y hasta a jueces de plaza.
No se dan cuenta que todos ellos son, antes que otra cosa, aficionados, es
decir, público. Por otro lado, le dan "al toro" la función de formar
opinión sobre lo que sucede en el ruedo, lo que es un absurdo. El toro va a
combatir conforme a su naturaleza, no a "juzgar" que es una capacidad
que sólo puede realizar los seres humanos.
No obstante, la opinión de los matadores nos ayuda
a recordar el papel de la crítica taurina. Los toros han evolucionado a través
de la dialéctica. Así que el análisis, el diálogo y el debate no sólo han sido
parte integral de la Fiesta, sino que han contribuido a su difusión y
engrandecimiento.
Me contaba Diego Romero que Pascual Millán en su
obra "La escuela de tauromaquia de Sevilla y el toreo moderno"
(Madrid, 1888) describe cómo hubo toreros que crecieron gracias a la crítica
profesional, como fue el caso de Joaquín Rodríguez "Costillares".
Coincide Santiago Martín "El Viti" cuando le confiesa a François
Zumbiehl en "El torero y su sombra" (Espasa-Calpe, 1987): "Claro
que en todas las artes, y el toreo es un arte, han tenido alguien que se ha
dedicado a estudiar el porqué de las cosas. Nosotros hemos sido los ejecutores,
pero no sabemos el porqué".
No obstante, hay que distinguir entre el debate
constructivo y la crítica mordaz. Pepe Alameda inicia "Los heterodoxos del
toreo" (Grijalbo, 1979) diciendo: "Todo el respeto para el que
respeta, todo el desprecio para quienes empiezan por no respetar a la fiesta de
los toros y se dedican sistemáticamente a minarla, con el ridículo pretexto de
que quieren hacerla mejor". El maestro Alameda explica que si no hubiera
hombres capaces de jugarse la vida frente a un toro, no habría corridas ni, por
consiguiente, crítica taurina.
Para explicar la labor de un analista taurino
cita, primero, a Ruth Porta: "La hermosa misión del periodismo es informar
formando, no destruir, humillar, desquiciar. Claro que para ello también tiene
que estar cívicamente preparado el que escribe, porque es demasiado frecuente
en el humano el error de creer que el derecho es de su exclusiva
propiedad".
Y, después, a Antonio Machado: "Si alguna vez
cultiváis la crítica literaria o artística, sed benévolos. Benevolencia no
quiere decir tolerancia de lo ruin o conformidad con lo inepto, sino voluntad
del bien, en nuestro caso de ver realizado el milagro de la belleza. Sólo con
esta disposición de ánimo, la crítica puede ser fecunda. La crítica malévola
que ejercen avinagrados y melancólicos nunca descubre nada bueno. La verdad es
que no lo busca ni lo desea".
Por otra parte, el propio Alameda afirma que la
verdadera crítica es la que contribuye a potenciar la visión del espectador: la
que enriquece y no destruye. Y para explicarlo recurre a José Ortega y Gasset:
"Veo en la crítica un fervoroso esfuerzo por potenciar la obra elegida. El
crítica ha de introducir en su trabajo todos aquellos elementos sentimentales o
ideológicos merced a los cuales el lector medio pueda recibir la impresión más
intensa y clara de la obra. Procede orientar la crítica en un sentido
afirmativo y dirigirla, más que a corregir al autor, a dotar al lector de un
órgano visual más perfecto".
En una corrida de toros no hay eufemismos. Hay
sangre y muerte. Eso provoca las pasiones que se viven en la plaza. Las
acciones de los protagonistas de la corrida tienen consecuencias. Lejos de
censurar, los matadores deberían de procurar que todo lo que sucede en la plaza
sea de verdad.
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