Triunfo
rotundo del espada extremeño ante las cámaras de Toros TV
CARLOS RUIZ
VILLASUSO
Foto: Alvaro Santiago
Con un encaje de cuerpo sin posible huida, anclado
en la arena, Emilio de Justo cuajó su tarde más redonda. Con un toro de
esquinas, claves y matices para no errar y con otro de superior embestida, fue
tal el asentamiento del cuerpo y el anclaje del compás, que cada muletazo
quemaba las naves de regreso al confort de una rectificación, de un toque, de
un paso o pase de alivio. Muy lejos de esa inseguridad compleja que puede dar
el no comer en la mesa de las figuras, Don Emilio toreó como tal. Complejos
fuera, toreo sin pamplinas. Buen alimento para la emoción de una tarde cumbre
en comportamiento visual de la afición. Tantas ganas de toros expulsan a todo
virus. Tanto toreo sin huida provoca el imán de la verdad.
No entraba por los ojos la corrida de Algarra,
nunca destartalada, pero con algunos ejemplares bastos, otros de cara abierta,
algunos sin fuerza, otro sin raza, con uno de dura condición, primero, y otro
superior, el sexto. El toro de hocico y cabos más finos, más juanpedro que
ninguno, que, abriendo la cara, no perdía el perfil. Toro bajo y con plaza. Con
arrebato las verónicas hacia la boca de riego, con el compás abierto las
chicuelinas del quite y, en medio, el toro cumpliendo en una vara. La
diferencia entre toro de vacas y de vuelta al ruedo, en mi opinión casi
indiscreta, es que la vuelta al ruedo se la dan a un muerto. Yo soy de los que
las flores y el vino han de ser para los vivos.
En una de esas faenas que crecen en todo, toro y torero;
que crecen en crédito por encaje mayor, por profundidad mayor, por trazo más
lento y/o más largo en los segundos y terceros pases, y más ceñido, con los de
pecho en una especie de larga búsqueda de la hombrera contraria, Emilio de
Justo se ganó definitivamente el Don por delante. Con ese toro que descubre al
que torea mal, al que aflige o se embarulla y atasca, con esos toros que llevan
en su bravura el kit del ahorcado para el que está delante, salió con más
crédito. Es difícil torear cogiendo el palillo por casi su mitad: se corre el
riesgo de, o desplazar al toro si no hay precisión, o de ceñirse tanto que se
niega el espacio para la ligazón.
Y si con la izquierda el toreo tuvo esas virtudes,
por el pitón derecho aún hubo una tanda de superior trazo, la tela siempre por
debajo de la pala del pitón, enganche con vuelos sin el toque plano. Nada de
inercia, que eso es toreo menor. Entró a matar derechito como una vela. También
lo hizo en el primero de su lote, pero esta vez en una distancia, en opinión
personal, tan lejana, que se intuía quedar embrocado, sin poder pasar de la
cara. Se libró de la cornada porque no era el día. El toro, de claro galope en
los primeros tercios, fue perdiendo el ritmo pero manteniendo el celo en la
faena de muleta. Por tanto, toro para tirar de él con firmeza, tela en el
hocico siempre, sin violencia pero con mando, que no es lo mismo ni se parece.
Nada sencillo. Pero ese abracadabra se vuelve fórmula sabida cuando un torero
está en sazón.
La sutil precisión de Miguel Ángel Perera llega ya
al calificativo de prodigio. A un toro de fuerza muy escasa le dio un traro tan
exquisito que, sólo con un toque de casi de funambulista, el del primer pase,
lo llevaba tan cosido en los vuelos, que casi nos olvidamos de lo frágil del
toro. Faltó emoción, pero sobró sutileza de pulso. Al quinto, de buen son, pero
justo de raza (amagó con irse a tablas al terminar la primera tanda), le tapó
toda salida a hacia la tapia a base de empaparlo de tela. Una faena a la que,
creo, le sobró un inicio de pase cambiado en la distancia larga que creo que no
favoreció al toro. Faenas que, de haber enterrado acero a la primera, eran de
oreja. Dos toros, que en otras manos, hubieran sido de bostezo.
¿Ferrera? Pues bien. Metido en su personaje
distinto, haciendo salir a saludar al picador tras un buen puyazo al primero,
adusto y serio, intimista y recogido. Y con el peor lote. Un toro basto, grande
en volumen y caja, cinqueño con poder y mala condición con el que se dio poca
coba en una lidia breve sobre las piernas. Tuvo el burraco cuarto buena
condición, pero las fuerzas en la denominación de origen de la invalidez y
Ferrera frunció el ceño mientras trataba de torearlo a su altura sin que el
toro se asentara nunca. No fue tarde con viento favorable para el torero. El
viento, la tarde, los toros y el toreo fueron para Emilio de Justo. Don Emilio,
claro. / MUNDOTORO
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de LUIS ALGARRA, bien presentados, aunque desiguales de hechuras.
Desiguales también de juego. El mejor, el sexto, de nombre ‘Andorrano’, nº75,
castaño, 12/16, fue premiado con la vuelta al ruedo.
ANTONIO
FERRERA, palmas y silencio.
MIGUEL
ÁNGEL PERERA, ovación y ovación.
EMILIO
DE JUSTO, dos orejas y dos orejas
y rabo.
Incidencias: Tras el paseíllo, los toreros fueron
obligados a saludar una ovación. ***
Antonio Prieto saludó una ovación tras un destacado tercio de varas en el
primero.
Plaza de toros de Almendralejo
(Extremadura). Lleno de ‘No hay billetes’ del aforo permitido.
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