Tres orejas,
dos de ellas simbólicas que le abrieron la Puerta Grande ante el lote más
potable de Campolargo. *** Vanegas se dejó posible apéndice por la espada, al
igual que Guillén, quien no lo vio claro con el acero.
Marcos Peña “El Pino”, primer triunfador de la Feria de San Sebastián, ayer en Pueblo Nuevo. Foto: José León |
RUBÉN DARÍO
VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
SAN CRISTÓBAL
(Enviado Especial).- El último toro de la función taurina de apertura de la
edición ferial de este año trajo la polémica al festejo. Saldría de toriles con
la alegría y hechuras propias de los toros que embisten, limitados de fuerzas
pero con una nobleza casi rayando en la mansedumbre. De capote “El Pino” le
endilgó un breve saludo por verónicas desmayadas en el tercio de matadores,
para luego pasarlo en el caballo con el mínimo cuidado, un puyazo contrario que
solo le hizo sangría para una muestra hematológica.
Ya en la muleta, la alegría y recorrido del animal
supo ser visto y entendido por un torero que venía de un largo parón, casi en
el retiro, donde por algunos momentos la inactividad pasaba factura. Pero podía
más la ilusión y las ganas de ya haberse hecho el triunfador de la singular
jornada de estreno ferial. Por alto le alivió para luego por la derecha
gustarse y reposarse por momento el torero del patio. Mejor se le vio en la
breve tanda por naturales, siempre llevándole a media altura, templándole, sin
brusquedades, ante las limitadas fuerzas del bello castaño, un “zapatico”, por algo le dejarían como el
premio al más destacado, luego de lidiados los correspondientes y en suerte de cada
uno de los alternantes.
La faena tomó ribetes triunfalistas cuando se
vería la versión a la galería. Las manoletinas, los molinetes, los aliviados
por alto, calaron en los ánimos de los presentes hasta desatarse la pañolada pidiendo
un indulto que no procedía. Pero el torero seguía y seguía en su insistencia, sabedor
que el que persevera vence, además de conocerse que con la espada nunca ha sido
su fuerte Marcos. Al final fue tanta la insistencia, que al debutante palco presidencial
le peso el compromiso de ver la plaza bajo asedio del premio al toro -que para
faenas y actitudes así están los recados presidenciales-, mientras gran parte
del cotarro exultante al compás del pasodoble Feria de Manizales agitaba
pañuelo y presionaba el ambiente. Al final, no quedo otra que asomarse el
pañuelo naranja con cierto desconcierto, y con ello el generoso indulto al toro
y las dos orejas simbólicas al torero, quien de esta manera se llevaba a su esportón
tres orejas, cuando muchos en gran parte ya le daban por ido a “El Pino”. Tres orejas
que le vienen y le sirven moralmente.
Previamente había lidiado “El Pino” el que abrió plaza, el más serio y descarado del lote
de los herederos de Campolargo, el cual tuvo la virtud de la nobleza tontona, pero
el defecto de su poca humillación y entrega. A ellos se sobrepuso el torero a
base de insistirle en la media y corta distancia, en labor intermitente en
especial por la zurda, donde lució más compacto su trasteo, llevándole tapadita
la cara para que no se desentendiera de la muleta. El espadazo efectivo,
contrario y delantero que no vieron desde el palco, además del certero puntillazo
de Eliecer Paredes llevó a sus manos la única oreja que se cortaría en la función.
Obviamente las del indulto fueron simbólicas.
Embarullado resulto el recibo capotero de Vanegas
ante el segundo, el cual incluso le obligo a tomar el olivo tras apretarle en
tablas. Picado al relance medido, en banderillas tomaría el propio Vanegas las
banderillas clavando desigual en colocación y ejecución, entendible también para
quien tenía un buen tiempo apartado de los ruedos. Ya con la con la muleta se doblaría
de inicio por ambos pitones, para luego por la diestra en las primeras dos
series gustarse el torero de Seboruco, despatarrado, por momentos dejando
pinceladas de buen trazo, lo mejor hasta el momento de la función. Por la izquierda
no sería lo mismo, a tal punto de ni siquiera intentarlo pues se vería
desbordado ante lo complicado que se lo puso «Heredero». Con la espada lo que posiblemente era de premio se esfumó,
tras el espadazo contrario y los tres descabellos que hubo de necesitar para
despacharle.
El menos potable de los Campolargo fue el tercero,
el más deslucido que solo dejaría en el sabroso toreo por verónicas, lo único destacable,
pues luego a pesar de haber sido lidiado con pulcritud, tanto en varas como en
banderillas, en la muleta totalmente desentendido de las telas se tornó. Suelto,
siempre en la querencia, no quiso nunca pelea, ni en los medios ni en otro
sitio, lo que hizo del empeño de Alexander Guillén anodino e intrascendente a
los presentes. Con la espada no le vio nunca claro Guillén, lo que derivaría en
un sainete hasta escuchar los tres avisos en una lidia que duraría una
eternidad.
De este modo Marcos Peña “El Pino” salía en
volandas de los presentes. Un triunfo que rompió quinielas y de la que la mejor
parte fue evidenciar los bríos y ambición de un torero que aún puede decir algo
en esto, con veinte años de alternativa.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros Monumental “Hugo Domingo
Molina” de San Cristóbal.
Jueves 27 de enero de 2022. I corrida de la
LVII Feria de San Sebastián.
Con poco menos de un cuarto de plaza
(aproximadamente 3 mil personas) en noche fresca y despejada, se han lidiado
dos toros de CAMPOLARGO (1º y 3º) y RANCHO ALEGRE (2º y 4º), en su conjunto
correctos de presentación, nobles en distinto grados, a menos en la muleta,
destacando del envío los corridos en 1º y 4º. Indultado el corrido en 4º lugar
de nombre «Lusitano» N° 218 de 435, castaño claro.
Pesos: 530, 440, 470 y 435
MARCOS
PEÑA “EL PINO” (Nazareno y oro
con cabos blancos) Oreja y dos orejas simbólicas
CÉSAR
VANEGAS (Luto y oro con cabos
blancos) Palmas
ALEXANDER
GUILLÉN (Blanco y plata) Silencio
tras toro al corral luego de tres avisos
INCIDENCIAS: Destacaron en banderillas Francisco “Chico”,
Carlos Pizzuto y Ramón Contreras y en varas Alfredo Guimerá ante el 3º. ***
Debutó en la presidencia Reinaldo Manjarrez.
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