Tal día como hoy…
Víctor José
López EL VITO
@vejotaele
El Libertador en carta a Fernando Peñalver en,
1826, escribió: “… y marcharé para Colombia a fines de este año, a pesar de la
oposición que yo encuentro de parte de estos señores, pues yo necesito visitar
nuestra Patria..! Yo pasaré la mayor parte del tiempo en Los Valles de Aragua,
en aquel teatro de nuestros primitivos triunfos; y dividiendo mi tiempo, entre
la filosofía y la amistad”.
Para 1845, concluida hacía un par de lustros la
guerra por la Independencia de la República de Venezuela, le entregan casi en
rebatiña el territorio liberado, donde imperaba la actividad agrícola, a los
héroes militares de los ejércitos patriotas ejerciendo con ignorancia la
devastación.
Aquellos lejanos días, los ciudadanos de los
Valles de Aragua, agricultores en su mayoría, protestaron con la reacción de
los pueblos en defensa del sistema ecológico.
Oídos sordos del poder, bajo el mando del
general José Antonio Páez, tan sordos
como los oídos de los presidentes Guzmán Blanco, Linares Alcántara, Joaquín
Crespo y Juan Vicente Gómez, quienes convirtieron los valles de Aragua en un
estado pionero del desarrollo pecuario, donde se trasladó, como ha ocurrido en
el resto de las naciones americanas, el desarrollo de la relación del toro con
el hombre: tradiciones rituales, que se tatúan en la piel de la cultura de la
nación venezolana, tatuajes en el alma
como los toros coleados -expresión ancestral-, y las festividades de toros y
cañas que son el origen de la fiesta brava.
Cronistas e historiadores, como Oldman Botello y
Antonio Arteaga, se han referido en sus escritos a las celebraciones a los
triunfos militares por la Independencia, y de las corridas de toros siguiendo
las formas, las reglas y condiciones de cómo se realizaban en la Metrópoli.
Lo mismo que en España, Madrid y provincias, como
México, Colombia, Bolivia, Ecuador y el Perú los éxitos ciudadanos y las fechas
religiosas se conmemoran con fiestas de toros.
El paso firme ocurre más tarde, en Aragua, cuando
triunfa la Revolución Liberal Restauradora: ¡Los
andinos llegan a poder! Y con ellos la Fiesta Brava, la que es impulsada.
Los toros nunca fueron extraños, más bien el toro
se vigorizó en los potreros de Aragua y, a partir de 1905, se incluyeron en las
fiestas de San José bajo los auspicios de Cipriano Castro y de su
Vicepresidente, el General Juan Vicente Gómez. El verdadero promotor de los
toros en Maracay, y en Venezuela. En la Ciudad Jardín se construyeron varias
plazas de toros, como el Circo Teatro inaugurado en 1912.
La rivalidad con sus vecinos de Valencia se
maduró, pues si ya existía en el orden social, crecería en lo taurino porque
era en Valencia donde en diversos escenarios se realizan corridas de toros,
como en 1921 la histórica tarde del Centenario de la Batalla de Carabobo que
los valencianos celebraron con la encerrona histórica y triunfal de Eleazar
Sananes “Rubito” con seis toros barreteros considerada, en aquel momento, la
corrida más importante en el historial de la tauromaquia nacional. Una
rivalidad que crecería en todos los órdenes sociales de los ciudadanos,
políticos, deportivos y taurinos.
Por orden del general Juan Vicente Gómez, y
recomendación de don Florencio y Juan Vicente Gómez Núñez el doctor Carlos Raúl
Villanueva viajó a España para estudiar en el sitio qué y cómo eran las plazas
de toros. Le adelantaron a Villanueva 650 mil bolívares, de un proyecto de 800
mil. En 1932 se habían definido los nítidos perfiles de la construcción. La
ciudad vivía a plenitud, porque el acontecimiento se convirtió en apasionadas
tertulias. En España se encontraba José María Sanglade gestionando toros y
toreros. Quien confirmó la contratación de los espadas que el 20 de enero de
1933 a las 4 de la tarde y con ocho toros de La Providencia, con divisa gualda
y roro, en los chiqueros inauguraría la plaza de toros de El Calicanto. El
cartel anunciaba a don Antonio Cañero, Eleazar Sananes “Rubito”, Manolito
Bienvenida y Pepe Gallardo. Desde el primer día el pueblo y los periodistas
comenzaron a llamar la plaza “Maestranza de Maracay”, a pesar que en nada se
parece a la Maestranza de Sevilla y sí tiene mucho del mudéjar de los cosos
castellanos de Castilla y La Mancha. Hoy, este histórico coso lleva el nombre
de César Girón, “César Girón de Maracay”. La ciudad sintió su placidez
alterada, por el tropel de visitantes procedentes de Caracas y Valencia. La
víspera se abarrotaron los turistas taurinos en el restaurante y el bar del
Hotel Jardín, donde también se hospedaron los toreros.
El general Gómez, en punto de las cuatro de la
tarde ocupó su sitio predestinado por él mismo en compañía de su compadre don
Antonio Pimentel y de sus hijos Gonzalo Gómez, don Florencio Gómez Núñez; Juan
Vicente Gómez Núñez: y Juan Vicente Ladera. Integraron la comitiva de
familiares y amigos íntimos: Santos Matute Gómez; José Rosario Gómez; Rafael
Requena; Samuel Niño; Rafael María Velasco.
El paseíllo lo encabezó el rejoneador, y capitán
del ejército español, don Antonio Cañero, al compás de una banda militar que
inició con el pasodoble Sol de Aragua, escrito para esa ocasión por el Maestro
Pedro Elías Gutiérrez, autor del Alma Llanera… Paseíllo encabezado por el
maestro del toreo a caballo, paseíllo que a la cola iba un modesto muchacho con
uniforme de arenero cuyas ilusiones iban mucho más allá de los bártulos para
limpiar el redondel, sin que soñaba mientras la banda entonaba Sol de Aragua
con vestir seda y oro al cruzar el redondel, suelos que se realizarían en el
tiempo dejando huella indeleble de sus pasos; Pedro Pineda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario