domingo, 4 de noviembre de 2018

La parca se lleva a “Caraotica”, buen taurino y gran persona

A comienzos de esta semana
Siempre a la vera de los toreros con los que hizo el ritual de vestirle, Alonso Valero estar en el sentir de los taurinos merideños. En la grafica (der.) al lado del novillero José Pirela. Foto:Cortesía
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz

Este año ha sido duro desde todos los puntos de vista. Lo hemos tenido en los ruedos, donde cada vez es testimonial los festejos que se viene dando, como también la desaparición física de muchos personajes que dan y ofrecen Alonso Valero, quienes cariñosamente le llamábamos “caraotica”.

Fue Alonso una buena persona, como le ha definido “Garapullo” exactamente. Fue torero de gran nivel, novillero el cual tuvo la virtud de cortar las orejas en la Plaza de Toros de Mérida a comienzos de la década de los ’90, ante un bravo y encastado encierro de La Carbonera, generación de coletas de la que tenemos por ejemplo a Alonso Díaz, Alí Trejo, Enrique Dávila “Cocoliso” y muchos otros más contemporáneos como Teófilo Rojas, “El Abuelo”, “Rubito”, Mauro David Pereira, y muchos otros más que daban vida todas las tardes que uno les veía entrenar en el ruedo de la monumental merideña, a la vera de su maestro, Don Humberto Álvarez.

Mediada la década de los noventa, su carrera toma un viraje importante cuando decide emigrar a México de la mano del aspirante a rejoneador emeritense Leonardo Fabio Grisolia, quien se estaba formando en suelo azteca, sirviéndole Valero además de su compañero de campaña, esa persona que velaría con su entorno en cuanto a caballos, monturas y mozo de espadas del mencionado cavaleiro, lo que le mantuvo par de campañas así mismo aprovechando la presencia por dichas plazas en formación a otro espada merideño como era Leonardo Rivera en su etapa novilleril.

A su regreso del periplo mexicano Alonso decide definitivamente retirarse como novillero activo, pero emprende una labor una función mucho más íntima para el torero como es el de ser mozo de espadas. Viene allí la relación con numerosos novilleros y matadores nacionales, hasta el punto que llega a la carrera del joven Rafael Orellana quien va de su mano desde el mismo momento que se hace torero, por allá a comienzos de la década del 2000 hasta sus últimos días de existencia.

Persona de menuda estatura, pero gran cariño dentro del medio taurino, fue su humildad y sencillez lo que le granjeó gran calado en el ámbito taurino nacional, en todos los estamentos, ya sea aficionados, taurinos, ganaderos, empresarios, subalternos y prensa taurina. La última vez que le vimos en la pasada Feria de Tovar ya le intuíamos que la “cornada” era más grave de lo que muchos pensaban.

Se nos va un buen hombre. Otro más, pero único, que hace el paseíllo celestial en estos tiempos duros para un espectáculo como es el del toro donde no vive su mejor momento. Solo queda plegarnos la unánime oración para su eterno descanso, y en especial que siempre nos acompañe su alma bondadosa.

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