El
negocio taurino es inviable económicamente y se mantiene porque muchos no
cobran.
ANTONIO
LORCA
Diario EL
PAÍS de Madrid
La liebre saltó el día que el taurino Toño Matilla
reveló públicamente que Alejandro Talavante le había exigido un aumento de
15.000 euros en sus honorarios por cada actuación, y que desde 2015 a 2017 la
facturación del torero había crecido un 44 por ciento.
El dato lo confirmaba y concretaba días después
Simón Casas, el empresario de la plaza de Las Ventas: Talavante cobra en Madrid
240.000 euros por corrida, lo que supone el 50 por ciento de la taquilla neta.
Y aportaba dos detalles importantes: “eso es justamente lo que ganan las máxima
figuras”, y añadía que “la afición tiene que saber que eso es una economía
insostenible que altera gravemente el futuro de la fiesta”.
Un tercer taurino, empresario de plaza también muy
relevante, se ha sorprendido en privado de que se hagan públicos estos datos,
se supone que para evitar que algún rezagado se suba al carro de las exigencias
económicas.
Recuérdese que en abril de 2013, el empresario de
la plaza de Sevilla, Ramón Valencia, declaró que la empresa había perdido
96.000 euros el Domingo de Resurrección, y no por falta de público, sino por
los altos emolumentos de los toreros. “Cada vez es más difícil compaginar
economía y carteles rematados”, diría después.
*** “Estamos instalados en el reino de la locura”, aseguran
los empresarios.
Unos meses más tarde, el propio Valencia y Eduardo
Canorea, socios entonces en la gestión de la Maestranza, denunciaron en un
encuentro con periodistas “la intransigencia y pasividad de todos los
integrantes para afrontar la crisis económica y establecer estrategias de
futuro”. “No es posible rebajar el precio de las entradas si no bajan los
costes de la fiesta”, añadieron.
Y hubo más perlas:
“Si la fiesta no se cuida, morirá”.
“Los bolsillos están secos”.
“Los taurinos somos como los alacranes, que nos
damos picotazos a nosotros mismos”.
“Los toreros no están por la labor, los ganaderos
lo pasan mal, los subalternos no quieren saber nada de reducción, y los
propietarios de las plazas, tampoco”.
“El que puede dar un bocado, lo da, y, cuanto más
grande, mejor para él”.
Y el asunto terminó con una conclusión dramática:
“Estamos instalados en el reino de la locura”.
Recuérdese, también, cuál fue la reacción de los
toreros a estas declaraciones: Morante de la Puebla, José María Manzanares, El
Juli, Alejandro Talavante y Miguel Ángel Perera decidieron boicotear la plaza
sevillana mientras Valencia y Canorea continuaran al frente de la misma. No se
anunciaron en la temporada de 2014, y solo Morante y Manzanares volvieron al
año siguiente. Y el asunto quedó zanjado sin solución.
Con este escenario se podrían alcanzar algunas
conclusiones:
1ª.- Si una figura gana en Madrid la mitad de la
facturación neta de la taquilla, y un cartel ‘rematao’ en Sevilla produce unas
pérdidas de 96.000 euros, es de suponer que, en términos relativos, los toreros
de postín mantienen sus exigencias en el resto de las plazas. Ahí está el caso
de la pasada feria de la localidad almeriense de Roquetas de Mar, en la que,
según acuerdo del Ayuntamiento, los integrantes de los dos carteles se
embolsaron 321.750 euros: El Juli, 90.750; Manzanares, 60.000; Roca Rey,
50.000; Ponce, 45.000; El Fandi, 40.000 y Miguel Ángel Perera, 36.000 euros.
*** Muchos toreros y ganaderos no ganan para vivir.
2ª.- Si la base de cualquier feria son las
figuras, y estas abocan necesariamente a pérdidas en el balance final, el
mantenimiento del negocio descansa sobre arenas muy movedizas.
3ª.- A las pretensiones económicas de las figuras
hay que añadir, qué duda cabe, los costes de los compañeros de cartel, los
toros, la apertura de la plaza, el pago de impuestos, los salarios del
personal, el canon de la propiedad y la ausencia de patrocinadores.
4ª.- Una conclusión apresurada podría ser que la
situación económica de la fiesta es un puro desastre, en el que los empresarios
pierden cada tarde. Y si es así, ¿cómo es que sobran aspirantes para gestionar
todas las ferias taurinas de este país?
5ª.- Algo falla en este escenario. Si con los
datos en las manos, la fiesta de los toros es una ruina, una de dos: o es una
mentira como una casa o alguien trabaja gratis. Y más bien parece cierto lo
segundo.
6ª.- ¿Quién trabaja gratis en el negocio taurino?
O, mejor dicho, ¿quién cobra, por lo general, muy por debajo de sus
pretensiones y necesidades?
7ª.- Si los subalternos y el personal de las
plazas exigen el cumplimiento de su convenio; si Hacienda cobra lo suyo y los
propietarios lo pactado en los pliegos, solo quedan toreros y ganaderos.
8ª.- ¿Cuánto cobra un torero que no está en las
alturas del escalafón? ¿Y un ganadero que no es del agrado de las figuras? Nada
se sabe con certeza, porque el secretismo más absoluto reina en el negocio
taurino, pero se podría asegurar sin temor a error que la mayoría de toreros y
criadores de toros no ganan para vivir. La austeridad, la ayuda de la familia y
trabajos temporales en invierno sostienen la existencia de los que se visten de
luces y otras actividades empresariales permiten a los ganaderos sortear las
dificultades.
¿Por qué se producen tantas rupturas de
apoderamiento a final de temporada? Sencillamente, porque el torero considera
que ha toreado menos de lo que merece y la exigua liquidación económica es una
desagradable sorpresa.
Dicho de otro modo: si todos los actores del
espectáculo cobraran por la labor que realizan, la fiesta ya no existiría. Los
costes superan ampliamente la facturación de cada festejo.
Dice Simón Casas que él está dispuesto a poner
sobre la mesa los datos que sean necesarios para demostrar la inviabilidad
económica de la fiesta. No será verdad; como tampoco será que alguna vez se
sepa cuánto cobra realmente un torero o un ganadero por esas plazas de segunda
y tercera.
El espectáculo taurino es una ruina, pero a pocos
parece preocupar; ahí sigue, fundamentalmente, porque muchos de sus actores
aceptan malvivir con la esperanza de alcanzar algún día la consideración de
figura y cobrar los 240.000 euros que se ha embolsado Talavante en Madrid. Y
para inmensa mayoría, esa no deja de ser una fantasía.
Y de ese sueño viven unos pocos listos…
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