Arturo Saldívar, cortando la primera oreja de la Temporada Grande 2013-2014 en la Plaza México. Foto: EFE |
JOSÉ MATA
@PERIODISTAURINO
Era inútil haber hecho uso del inadmisible
torito de regalo, y era inútil como absurdo haberlo concretado, porque Arturo
Saldívar, el auténtico Rey Arturo, quien anda en caballo de hacienda, había
impuesto su imperio con base en los sólidos argumentos que le sustentan a su
portentosa tauromaquia.
Don Pato, que fue el astado que le
correspondió en tercer sitio, le recibió con dos largas perfectamente trazadas,
para una vez incorporado, dibujar verónicas que han puesto de manifiesto, la
solidez del arte de Arturo.
Tras salir al redondel los jamelgos cargando a
los piqueros, el burel fue llevado con esas que llaman chicuelinas andantes,
para recibir apenas y un suspiro de castigo.
La tarde era fundamental, y Arturo así lo
sabía, no sólo era significativa para su tauromaquia, sino para continuar con
la renovación que oxigena a la Fiesta en México, así que, inmerso en la
decisión que le caracteriza, se fue a los medios para pasarse al toro en
impactantes cambiados por la espalda, rematados con pases de pecho tan largos,
como templados; hubo momentos en los que ha pasado tan cerca el toro de la
geografía corpórea del artista, que hizo cimbrar el monumental coso de
estruendosa emoción.
Una vez pasado el prólogo, la mano derecha
comenzó a guiar al astado, con un elocuente suspiro para evitar que cayera
debido a la notoria debilidad que tenía, pero dejando cada pase tan armónico,
que conjuntaron una primera serie que resultó el halago para el diletante
taurino. Con base en el aguante, exponiendo los muslos, dijeran los cronistas
de antaño, el valentísimo Saldívar, consumó series por naturales, que parecían
impensables para su realización, pero que ahí estuvieron, no sólo por su
objetivo perfectamente comprendido, sino también, por la sensibilidad
explícita, así como por una técnica que en cada momento afina más.
Así, exigió la mano diestra retomar la
creación, y apareció una serie tan cristalina como el palacio mismo que
salvaguarda a la diáfana inspiración. Había para entonces una indiscutible
comunión entre el artista, el toro, la consecuente creación, y el sentimiento
incontenible de los ahí reunidos.
Por ello, cuando han aparecido más naturales,
han conducido a los ahí reunidos, a la sublime locura. Para entonces la
Monumental México, era un jubiloso festín de los reales fuegos de artificio, en
honor del Rey Arturo.
Concluyó con dosantinas, mágicas dosantinas…
la obra estaba consumada. Arturo se perfiló para rubricar, y ha dejado una
estocada ligeramente trasera y desprendida, que hizo sucumbir al astado, y
entonces…
… entonces la gente exigió las dos orejas,
pero el buenazo en turno, la viva imagen del pichicato… no la autorizó. No
obstante, lo que no pudo quitar con esa negativa, fue el cariño, el respeto y
la admiración, que el público profesa para un artista, que da todo y mucho más,
cada vez que con su arte ilumina el redondel.
Como segundo astado para el artista Saldívar,
apareció… Laurito, otro manso, descastado que ha sido pitado en su arrastre,
pero que tampoco impidió que el indómito espíritu de Arturo le hiciera
sucumbir, y pasar en series con la derecha merced al aguante que posee.
Estocada en buen sitio, y ha saludado en el tercio.
Abrió plaza Rompe Muros, y fue para un
extraviado José Mauricio, quien después de unas verónicas cumplidoras, hizo
meritorio quite por gaoneras, una de ellas, muy ajustada, caleserina y
revolera, que el público supo agradecer. Tras pases rodilla en tierra, para ir
llevando por abajo al morito, del tercio a los medios, apareció una serie con
la derecha a media altura, que si bien es cierto que fue templada, ha sido tan
lejana por la separación que había entre el toro y el torero. La faena tuvo
tintes cursilones, con posturas fuera de cacho, que se podrían definir, de
acuerdo a lo que hizo el torero en… un lirio desmayado y el palpitar de un ave
en agonía.
El astado comenzó a desarrollar sentido,
intentó hacer por el torero, por fortuna, todo quedó en eso, en la mera
intención… como la misma faena del José Mauricio. Un espadazo casi bajo, un
descabello, y el nada elocuente silencio.
Con Santo Mario, que fue el mejor de un mal
encierro, nada haría con la capa, y series que ahora mismo nadie se acordará de
ellas. Quizá a su torero le faltó ajustarse para convencer, y darle mayor
dimensión, ya que retrasaba el engaño y por ello daba cuartos de pases en cada
una de las series. Cayó en lo anodino, y la gente aburrida se lo hizo notar
estentóreamente. Un pinchazo, media estocada muy trasera. Pitos tras aviso.
El señor Talavante, pareciera que quiere
inventarse una personalidad melodramática, con tintes místicos, pero eso no se
inventa. NO se pueden inventar los artistas sólo por decreto de algún
despistado. El señor Talavante, conoce su oficio, ni quien lo niegue, pero todo
hace llegar a la conclusión, que no puede oficiar como artista, porque le hace
falta mucho, muchísimo más, como por ejemplo… ser natural.
El arte presupone NATURALIDAD... VERDAD, y si
no se tiene, pues qué le va hacer.
Patillas, fue su primero, un ejemplar de
cómoda de presencia, al que dejó una que otra buena verónica, porque la
mayoría, el astado alcanzó su capote. Su presentación en la México, hizo
percibir… el inútil esfuerzo de insistir sin que haya fundamento. Así
aparecieron pases con la derecha e izquierda a un toro al que según decían los
entendidos, se tenía que lidiar. Aburrió el melodramático señor Talavante, y
después de un horrendo espadazo, casi bajo que provocó vómito sanguíneo, se
retiró en medio del abrumador silencio.
Con Tipete, un manso que salió huyendo dos
veces del caballo, poco le ha hecho con el capote, bueno… nada. Y se ha vuelto
a pasar toreando a muy prudente distancia, dejando una faena en momentos
correcta, en otros más, sumando pases sin calidad, como muchas que se hacen en
las ganaderías. Dejaría media espada tendida y muy trasera. Saludó en el
tercio. Por lo que optó por el reprobable animalito del perdón, y así decidió
regalar otro ejemplar, Pocos Pelos, que tras pases por abajo, dejó una serie
plausible con la zurda; no obstante, el astado se acabó imponiendo, y visitó en
compañía de Talavante, todo el redondel en una cruzada de series vertiginosas y
vulgares. Mal… muy mal con el acero, y escuchó silbatina.
Ante este contexto, lo que ha quedado muy en
claro, es que en, Arturo Saldívar, el Rey Arturo, se tiene al primer triunfador
del serial, y por gracia de Dios... un torero con un futuro portentoso.
FICHA
DEL FESTEJO
Con una entrada que se aproxima al medio aforo en la
corrida inaugural de la Temporada Grande 2013-2014, de la Monumental Plaza de
Toros México, se han lidiado ocho astados de Barralva, salvo el cuarto, los
demás han sido pitados en el arrastre, por la mansedumbre y falta de casta
mostrada, lo que sorprende en esta ganadería; disparejos en presentación, los
mejor presentados, el tercero y sexto; los más cómodos de presencia, segundo y
quinto; el octavo de regalo, lució anovillado.
José Mauricio: Silencio y pitos tras aviso.
Alejandro Talavante: Silencio y saludó en el tercio;
pitos en el de regalo.
Arturo Saldívar: Oreja y saludó en el tercio; y palmas en
el de regalo.
Detalles: Tras el despeje de
cuadrillas se le hizo entrega de un reconocimiento al inmenso Paco Camino,
quien no quiso dar vuelta al redondel, y sólo saludó en los medios. *** El
buenazo en turno, Jorge Ramos, en el palco de la supuesta autoridad, siempre
andan de oficiosos dando orejas a doquier, y ahora que merecía la segunda
Saldívar, con estentórea petición, la negó. *** En banderillas, Juan José
Trujillo, de la cuadrilla de Talavante, sufrió una cornada por el quinto de la
tarde, en el parte interna del muslo derecho de dos trayectorias,
aproximadamente de 15 centímetros. *** Alejandro Talavante, ni tardo ni
perezoso al no haberse empleado, sobre todo en su primero, decidió hacer uso
del animalito del perdón... el ventajosísimo toro de regalo, lo que sólo
muestra falta de seriedad. *** Y por el ímpetu que luego pareciera sin control
del talentoso, Arturo Saldívar, salió de inmediato a replicar el regalo,
obsequiando otro inadmisible ejemplar, que no tenía razón de ser, ya que había
dejado en claro su portentosa tauromaquia.
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