domingo, 24 de julio de 2022

HISTORIA DE SUPERACIÓN - El torero superviviente se quitá el corsé

Emilio de Justo sufrió una gravísima cogida, se fracturó las vértebras L5 y S1, pudo quedar tetrapléjico. Mostramos el antes y el después de su recuperación, con las marcas en la piel del corsé que ha llevado durante tres meses.
 
JAIME LÁZARO
Diario EL MUNDO de Madrid
Sección CRÓNICA
 
Diez de abril. Domingo de Resurrección. A las seis de la tarde, de catafalco y plata, Emilio de Justo iba a consagrarse en Las Ventas. Seis toros de seis hierros, Victorino, Parladé, Victoriano del Río, Pahla, Pallarés y Domingo Hernández iban a timbrar la gloria del de Torrejoncillo. La plaza estaba a reventar, atípico para un cartel fuera de la San Isidro. La afición de Madrid quería ser testigo, pero también seguidores venidos de toda España. Nadie quería perderse el triunfo del toreo clásico de Emilio Elías Serrano Justo (Cáceres, 1983).
 
Y no es para menos, sus tres salidas por la puerta grande del coso madrileño le avalaban. La primera en 2018 y, en 2021, volvió a cruzar el umbral en dos ocasiones.
 
La fortuna jugó a los dados y una mala caída, tras una fuerte voltereta, le fracturó dos vértebras. La gravedad de la lesión le impidió seguir con la lidia y le obligó a estar postrado en cama y a convivir inmovilizado con un corsé. Ahora, milagrosamente recuperado, prepara su vuelta a los ruedos, su ascenso a los altares de la tauromaquia.
 
Desde que pisó la plaza, el diestro tenía claro que iba a entregarse en Madrid, que era una tarde que iba a grabar su nombre en los anales de la tauromaquia. «Cuando vi la plaza recibirme así, con tanta emoción, sabía que tenía que hacer un esfuerzo grande, que tenía que entregarme, que no podía escatimar ni una gota de toreo. Cuando matas seis toros, muchas veces te administras; muchas veces piensas, voy a esperarme a este toro o al otro. Y yo iba a enfrentarme a cada toro dándolo todo, sin pensar que habría otro detrás. Presentía que iba a ser una tarde histórica».
 
Y lo fue. La lidia del primero de la tarde estuvo cargada de emoción. Un cinqueño cárdeno de nombre Romano, del hierro de Pallarés. 530 kilos de toro encastado y exigente. «Desde el primer momento me fui a los medios con la mano izquierda, sin probarlo, y me puse a torearlo. La plaza se entregó. Fue una faena muy de verdad, muy entregada, muy pura», evoca el diestro. Brindis al cielo, a su padre y hora de la suerte suprema. «Cuando monté la espada sabía que tenía el triunfo en la mano, tenía cortada una oreja. Por eso me fui detrás de la espada con esa sinceridad. La mala suerte fue que me cogió y paso lo que pasó». Una fuerte voltereta le hizo caer de cabeza, entre las astas. Segunda embestida, el pitón lo levantó por la chaquetilla, a la altura del cuello, y le dejó de pie. Solo habían transcurrido veinte minutos de corrida.
 
«Desde el primer momento me di cuenta de la gravedad. Tuve la suerte de levantarme y poder correr, evitando que fuera más grave aún. Cuando llegué a las tablas y sentí el dolor, supe que me había fracturado vértebras, que tenía el cuello roto. La sensación desde el primer momento es que era de mucha gravedad», revive de Justo, que tuvo que retirarse de la encerrona y no pudo consagrar la gesta aquel domingo en la catedral del toreo.
 
CASI UN MILAGRO
 
El diagnóstico fue duro pero esperanzador. Había sido casi un milagro: «Lo primero que me dijeron los médicos era que había vuelto a nacer, que había tenido muchísima suerte. Dos fracturas muy fuertes en las vértebras C1 y C2 y una fisura en la base del cráneo pero, gracias a Dios, no me había tocado ni nervios ni médula, lo más preocupante -recuerda el torero-. Era una fractura muy grave pero podría volver a torear, a hacer vida normal; eso sí, iba a tener un periodo muy largo de recuperación. En esos momentos tan duros, la esperanza de poder volver a torear era lo único que me confortaba».
 
Tres meses inmovilizado, «los peores de mi vida», en palabras del matador, en los que debería llevar un corsé, desde la barbilla hasta a cadera. Los diez primeros días en el hospital estuvo en cama prácticamente sin moverse, «y lo que vino después fue muy duro, 20 días de unos dolores tremendos, los pasé todos prácticamente drogado por los calmantes. Era incapaz de dormir, el corsé se me clavaba por todos lados. Sufrí mucho», reconoce.
 
El doctor Eduardo Hevia, traumatólogo y uno de los mayores especialistas en fracturas de columna de Europa, asegura que «es casi un milagro», pues este tipo de traumatismo «se denomina fractura en estallido, porque los fragmentos de las vértebras se desparraman como si explotaran en todas direcciones y pueden seccionar nervios y, si llegan a comprimir la médula, es prácticamente incompatible con la vida».
 
El mismo tipo de lesión que sufrió el actor Christopher Reeve, que quedó parapléjico y con respiración asistida. De Justo ha tenido la suerte, a diferencia del mítico Supermán de los años 80, de renacer sin ninguna secuela tras el percance en el coso madrileño.
 
MENSAJES DE ALIENTO
 
Momentos malos en los que el maestro se agarró al cariño de su familia y de la gente, una afición que le desbordó con llamadas y mensajes de aliento: «Es una inyección enorme de moral ver que tanta gente te quiere. Es muy bonito. Tuve muchas horas de soledad para pensar, para motivarme».
 
Y siempre con Camarón de fondo, referente y fuente de inspiración para de Justo: «Fue un revolucionario, tenía una manera de cantar que nunca se había visto, que se te mete por el alma. Y yo como torero busco eso».
 
«Ha sido un buen paciente, y tener la meta de reaparecer en la feria de Almería, solo cinco meses después de la lesión, le ha servido de motivación. Otros pacientes hubieran necesitado mucho más tiempo. Demostró mucho empeño desde el primer momento, incluso con el collarín ha hecho mucho ejercicio para no perder musculatura. Ha trabajado muchísimo, con mucha voluntad, y eso va a favorecer la recuperación -resalta el doctor Hevia-. En esta fase tiene que recuperar la movilidad, para después empezar a forzar y hacer ejercicios de más intensidad y potencia para recuperar la fuerza».
 
Aunque el torero ha seguido haciendo ejercicio durante todo este tiempo, ahora que le han quitado el collarín, la última parte del corsé, los plazos empiezan a verse más reales. Y el ritmo de la recuperación parece acelerarse impulsado por las ganas de Emilio de volver a pisar de nuevo el albero.
 
LA VUELTA
 
Las jornadas con el fisioterapeuta y las sesiones en el gimnasio o en la piscina empiezan a ser cada vez más duras y exigentes, las de un atleta de élite: ejercicios de resistencia, de fuerza, cardio... «En cuanto recupere la movilidad y la forma física, el siguiente paso es empezar a coger los trastos y torear de salón un par de semanas, intensamente, para encontrarme. Luego ya torear en el campo, que no veo la hora. Aquí va ser la madre del cordero, el colofón para que mi puesta a punto sea completa y llegar a Almería, a finales de agosto, lo más preparado posible. Tengo claro que cuando me ponga delante de un toro voy a estar al 100%. Tengo tanta vocación, que lo voy a lograr, mi mente está en conseguirlo sí o sí. Y ser consciente de que Dios me ha dado una segunda oportunidad me hace todavía más fuerte», reafirma el torero.
 
El revés físico supuso un parón en un año que se prometía como la consagración profesional para de Justo. Unas expectativas que truncaron las ilusiones tanto del torero como de una afición entregada al arte del torero cacereño, que ha perdido «una temporada llena de contratos, de tardes importantísimas, que me había ganado gracias los triunfos que conseguí el año pasado».
 
ILUSIÓN POR REGRESAR A LAS VENTAS
 
Pero lejos de caer en el desánimo y la frustración, la sed de triunfo y la buena evolución que está teniendo mantienen viva la ilusión de regresar a Las Ventas, la ilusión de reencontrarse de nuevo con la afición madrileña que tanto le ha apoyado: «Estoy loco por volver a pisar la plaza más grande del mundo. Haber abierto en tres ocasiones la puerta grande es lo más bonito que me ha podido pasar como torero, algo con lo que soñaba desde niño. Tengo la ilusión de volver a hacerlo, no me quiero quedar donde estaba, quiero más y esa motivación de volver a lograrlo me empuja a querer regresar a esa plaza».
 
Además de la reaparición en el coso madrileño, el torero tiene otras metas a corto plazo como «abrir la Puerta del Príncipe de Sevilla, una asignatura pendiente».
 
-¿Y a largo plazo?
-Algún día cuando, me retire del toro, espero que cuando la gente se acuerde de Emilio de Justo sea porque haya dejado un sello propio, porque haya escrito una página dentro de esas miles de paginas que tiene el libro del toreo. Eso para mí sería lo más grande. Para llegar a alcanzarlo todavía me quedan muchas cosas que conseguir. Muchas.
 
-¿No se plantean dudas después de una lesión tan importante?
-Soy consciente de que la vida y el toreo son así. Me he dado cuenta de lo grande, lo bonito y lo importante que es. Para llegar a conseguir el triunfo también hay que ser capaz de pagar un peaje, como el que he pagado. Pero sin rencor, ni malos pensamientos. Ahora mi mente está positiva, sabiendo que hay que asumir lo que ha ocurrido, forma parte del guion, y ya solo sueño con entrenar, con torear y con volver a ser feliz con lo que lo he sido siempre, el toro.

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