Emilio
de Justo sufrió una gravísima cogida, se fracturó las vértebras L5 y S1, pudo
quedar tetrapléjico. Mostramos el antes y el después de su recuperación, con
las marcas en la piel del corsé que ha llevado durante tres meses.
JAIME
LÁZARO
Diario EL
MUNDO de Madrid
Sección CRÓNICA
Diez de abril. Domingo de Resurrección. A las seis
de la tarde, de catafalco y plata, Emilio de Justo iba a consagrarse en Las
Ventas. Seis toros de seis hierros, Victorino, Parladé, Victoriano del Río,
Pahla, Pallarés y Domingo Hernández iban a timbrar la gloria del de
Torrejoncillo. La plaza estaba a reventar, atípico para un cartel fuera de la
San Isidro. La afición de Madrid quería ser testigo, pero también seguidores
venidos de toda España. Nadie quería perderse el triunfo del toreo clásico de
Emilio Elías Serrano Justo (Cáceres, 1983).
Y no es para menos, sus tres salidas por la puerta
grande del coso madrileño le avalaban. La primera en 2018 y, en 2021, volvió a
cruzar el umbral en dos ocasiones.
La fortuna jugó a los dados y una mala caída, tras
una fuerte voltereta, le fracturó dos vértebras. La gravedad de la lesión le
impidió seguir con la lidia y le obligó a estar postrado en cama y a convivir
inmovilizado con un corsé. Ahora, milagrosamente recuperado, prepara su vuelta
a los ruedos, su ascenso a los altares de la tauromaquia.
Desde que pisó la plaza, el diestro tenía claro
que iba a entregarse en Madrid, que era una tarde que iba a grabar su nombre en
los anales de la tauromaquia. «Cuando vi la plaza recibirme así, con tanta
emoción, sabía que tenía que hacer un esfuerzo grande, que tenía que
entregarme, que no podía escatimar ni una gota de toreo. Cuando matas seis
toros, muchas veces te administras; muchas veces piensas, voy a esperarme a
este toro o al otro. Y yo iba a enfrentarme a cada toro dándolo todo, sin
pensar que habría otro detrás. Presentía que iba a ser una tarde histórica».
Y lo fue. La lidia del primero de la tarde estuvo
cargada de emoción. Un cinqueño cárdeno de nombre Romano, del hierro de
Pallarés. 530 kilos de toro encastado y exigente. «Desde el primer momento me
fui a los medios con la mano izquierda, sin probarlo, y me puse a torearlo. La
plaza se entregó. Fue una faena muy de verdad, muy entregada, muy pura», evoca
el diestro. Brindis al cielo, a su padre y hora de la suerte suprema. «Cuando
monté la espada sabía que tenía el triunfo en la mano, tenía cortada una oreja.
Por eso me fui detrás de la espada con esa sinceridad. La mala suerte fue que
me cogió y paso lo que pasó». Una fuerte voltereta le hizo caer de cabeza,
entre las astas. Segunda embestida, el pitón lo levantó por la chaquetilla, a
la altura del cuello, y le dejó de pie. Solo habían transcurrido veinte minutos
de corrida.
«Desde el primer momento me di cuenta de la
gravedad. Tuve la suerte de levantarme y poder correr, evitando que fuera más
grave aún. Cuando llegué a las tablas y sentí el dolor, supe que me había
fracturado vértebras, que tenía el cuello roto. La sensación desde el primer
momento es que era de mucha gravedad», revive de Justo, que tuvo que retirarse
de la encerrona y no pudo consagrar la gesta aquel domingo en la catedral del
toreo.
CASI UN MILAGRO
El diagnóstico fue duro pero esperanzador. Había
sido casi un milagro: «Lo primero que me dijeron los médicos era que había
vuelto a nacer, que había tenido muchísima suerte. Dos fracturas muy fuertes en
las vértebras C1 y C2 y una fisura en la base del cráneo pero, gracias a Dios,
no me había tocado ni nervios ni médula, lo más preocupante -recuerda el
torero-. Era una fractura muy grave pero podría volver a torear, a hacer vida normal;
eso sí, iba a tener un periodo muy largo de recuperación. En esos momentos tan
duros, la esperanza de poder volver a torear era lo único que me confortaba».
Tres meses inmovilizado, «los peores de mi vida»,
en palabras del matador, en los que debería llevar un corsé, desde la barbilla
hasta a cadera. Los diez primeros días en el hospital estuvo en cama
prácticamente sin moverse, «y lo que vino después fue muy duro, 20 días de unos
dolores tremendos, los pasé todos prácticamente drogado por los calmantes. Era
incapaz de dormir, el corsé se me clavaba por todos lados. Sufrí mucho»,
reconoce.
El doctor Eduardo Hevia, traumatólogo y uno de los
mayores especialistas en fracturas de columna de Europa, asegura que «es casi
un milagro», pues este tipo de traumatismo «se denomina fractura en estallido,
porque los fragmentos de las vértebras se desparraman como si explotaran en
todas direcciones y pueden seccionar nervios y, si llegan a comprimir la
médula, es prácticamente incompatible con la vida».
El mismo tipo de lesión que sufrió el actor
Christopher Reeve, que quedó parapléjico y con respiración asistida. De Justo
ha tenido la suerte, a diferencia del mítico Supermán de los años 80, de
renacer sin ninguna secuela tras el percance en el coso madrileño.
MENSAJES DE ALIENTO
Momentos malos en los que el maestro se agarró al
cariño de su familia y de la gente, una afición que le desbordó con llamadas y
mensajes de aliento: «Es una inyección enorme de moral ver que tanta gente te
quiere. Es muy bonito. Tuve muchas horas de soledad para pensar, para
motivarme».
Y siempre con Camarón de fondo, referente y fuente
de inspiración para de Justo: «Fue un revolucionario, tenía una manera de
cantar que nunca se había visto, que se te mete por el alma. Y yo como torero
busco eso».
«Ha sido un buen paciente, y tener la meta de
reaparecer en la feria de Almería, solo cinco meses después de la lesión, le ha
servido de motivación. Otros pacientes hubieran necesitado mucho más tiempo.
Demostró mucho empeño desde el primer momento, incluso con el collarín ha hecho
mucho ejercicio para no perder musculatura. Ha trabajado muchísimo, con mucha
voluntad, y eso va a favorecer la recuperación -resalta el doctor Hevia-. En
esta fase tiene que recuperar la movilidad, para después empezar a forzar y
hacer ejercicios de más intensidad y potencia para recuperar la fuerza».
Aunque el torero ha seguido haciendo ejercicio
durante todo este tiempo, ahora que le han quitado el collarín, la última parte
del corsé, los plazos empiezan a verse más reales. Y el ritmo de la
recuperación parece acelerarse impulsado por las ganas de Emilio de volver a
pisar de nuevo el albero.
LA VUELTA
Las jornadas con el fisioterapeuta y las sesiones
en el gimnasio o en la piscina empiezan a ser cada vez más duras y exigentes,
las de un atleta de élite: ejercicios de resistencia, de fuerza, cardio... «En
cuanto recupere la movilidad y la forma física, el siguiente paso es empezar a
coger los trastos y torear de salón un par de semanas, intensamente, para
encontrarme. Luego ya torear en el campo, que no veo la hora. Aquí va ser la
madre del cordero, el colofón para que mi puesta a punto sea completa y llegar
a Almería, a finales de agosto, lo más preparado posible. Tengo claro que
cuando me ponga delante de un toro voy a estar al 100%. Tengo tanta vocación,
que lo voy a lograr, mi mente está en conseguirlo sí o sí. Y ser consciente de
que Dios me ha dado una segunda oportunidad me hace todavía más fuerte»,
reafirma el torero.
El revés físico supuso un parón en un año que se
prometía como la consagración profesional para de Justo. Unas expectativas que
truncaron las ilusiones tanto del torero como de una afición entregada al arte
del torero cacereño, que ha perdido «una temporada llena de contratos, de
tardes importantísimas, que me había ganado gracias los triunfos que conseguí
el año pasado».
ILUSIÓN POR REGRESAR A LAS VENTAS
Pero lejos de caer en el desánimo y la
frustración, la sed de triunfo y la buena evolución que está teniendo mantienen
viva la ilusión de regresar a Las Ventas, la ilusión de reencontrarse de nuevo
con la afición madrileña que tanto le ha apoyado: «Estoy loco por volver a
pisar la plaza más grande del mundo. Haber abierto en tres ocasiones la puerta
grande es lo más bonito que me ha podido pasar como torero, algo con lo que
soñaba desde niño. Tengo la ilusión de volver a hacerlo, no me quiero quedar
donde estaba, quiero más y esa motivación de volver a lograrlo me empuja a
querer regresar a esa plaza».
Además de la reaparición en el coso madrileño, el
torero tiene otras metas a corto plazo como «abrir la Puerta del Príncipe de
Sevilla, una asignatura pendiente».
-¿Y a largo
plazo?
-Algún día cuando, me retire del toro, espero que
cuando la gente se acuerde de Emilio de Justo sea porque haya dejado un sello
propio, porque haya escrito una página dentro de esas miles de paginas que
tiene el libro del toreo. Eso para mí sería lo más grande. Para llegar a
alcanzarlo todavía me quedan muchas cosas que conseguir. Muchas.
-¿No se
plantean dudas después de una lesión tan importante?
-Soy consciente de que la vida y el toreo son así.
Me he dado cuenta de lo grande, lo bonito y lo importante que es. Para llegar a
conseguir el triunfo también hay que ser capaz de pagar un peaje, como el que
he pagado. Pero sin rencor, ni malos pensamientos. Ahora mi mente está
positiva, sabiendo que hay que asumir lo que ha ocurrido, forma parte del
guion, y ya solo sueño con entrenar, con torear y con volver a ser feliz con lo
que lo he sido siempre, el toro.
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