El
sevillano seduce a un toro de Cuvillo en la triunfal alternativa de Francisco
de Manuel, a hombros con Roca Rey, en una insignificante corrida a las puertas
de Madrid
ROSARIO
PÉREZ
@CharoABCToros
Diario ABC
de Madrid
COLMENAR
VIEJO.- «¡Santiago, presidente;
Santiago, presidente!», coreaban desde una terraza de sol y sombra cuando
Abascal accedía al patio de cuadrillas para desear suerte a Morante. La suerte
que habita esta temporada en él, y no porque le toquen lotes de ensueño, sino porque
le cuaja faenas hasta a la cabra de la Legión.
Mayores trapío y embestidas hubiese tenido
‘Pacoli’ que su primero, con las manos por delante y feísimo estilo en el
capote. Ni con alfileres se sostenía, pero el presidente se empeñaba en
mantenerlo en el ruedo. Hasta que el escándalo creció y asomó, ya a deshora, el
pañuelo verde. El sobrero de Domingo Hernández no reverdeció laureles, tan
destartalado y renqueante de los cuartos traseros. Peor que el titular fue.
Para colmo, lo picaron malamente. Morante, que se llevó un susto en la
apertura, intentó enseñarle los caminos a su media altura. Fácil no era, ni por
el inoportuno viento, ni por el incómodo comportamiento de ‘Fisgón’, que en su
desequilibrio constante parecía que se iba a echar encima del matador, al que
le costó enterrar el acero.
El genio se reencontró con el arte en las
verónicas al cuarto, más espejismo que realidad. La verdadera vida se hallaba
en la muerte del saludo: una media para enmarcar. ¡Qué lujo! Como dos verónicas
del quite, con el corazón por delante, hondas y a compás. Quería Morante, como
está queriendo este 2021. Y se dirigió al toro como el que se dirige a una cita
de amor: se dobló y le ofreció unas flores con esa torería que no se separa de
él, ni en la salud ni en la enfermedad, ni en la riqueza ni en la pobreza. Rica
de matices su faena con tan pobre rival, al que sedujo completamente en un pase
de pecho como la popa de un buque de guerra. Asentado, regaló unos naturales
entre las rayas que supieron a gloria. No traspasaron sus pies los terrenos del
tercio con Eolo como invitado pelmazo frente al justito cuvillo, con el defecto
perenne de puntear los engaños. Poco le importó al artista, que lo enredó en
unos derechazos de mentón hundido, con gráciles remates. Todo el ritmo que le
faltaba lo puso el torero. Morante, otra vez Morante, en la abundancia y en la
penuria. Sin una oreja bien ganada arrastraron a ‘Tramposo’.
«¡Toro, toro!», gritaba el personal cuando
apareció el tercero, al que Roca Rey recibió por cordobinas y trazó un quite
por Chicuelo. Nada decía. ¿Cómo las primeras figuras se pueden plantar a las
puertas de Madrid con animales tan insignificantes? A los medios se marchó con
‘Feriante’ mientras medía los tiempos para cuidarlo. De enfermería era. Y el
peruano combinó la búsqueda del temple con ese poder innato. En las cercanías,
Roca se hizo el amo con apabullante aplomo. Soberano el arrimón, dejándose
lamer la taleguilla en circulares en ambas direcciones.
Roca y 'Correviento'
Otro aire traía el quinto, que embistió con más
chispa y calidad en su variadísimo capote. Ahora sí hubo brindis al público del
limeño, atornillado de rodillas en el platillo. Vibraban los tendidos en el
pase cambiado por la espalda y fantaseaban felices. El Jaguar del Perú dio
distancia a ‘Correviento’ y condujo la embestida con largura. Cuando el enemigo
se sintió podido, comenzó a defenderse –la pobre corrida no terminó de romper
ni entregarse– y no brotó la deseada conjunción. Con su valor abisal, buscó el
calor en las ceñidas bernadinas y se embolsó el doble trofeo.
Era la fecha de su alternativa, el día más
esperado por Francisco de Manuel, que se presentó con ilusionantes formas a la
verónica y puso al toro de la ceremonia en el caballo con un garboso galleo por
chicuelinas. Mejor aún el quite, al ralentí. Como si no hubiese mañana arrancó
la faena: de hinojos, intercaló espaldinas y aprovechó la nobleza de
‘Rescoldito’. Lástima que punteara por su mermada fortaleza, pero le permitió
expresar por momentos su templado toreo con la listeza de oxigenarlo. Acabó
como empezó: de rodillas. Se tiró a matar con sinceridad, pero el acero cayó
defectuoso y tuvo que descabellar, por lo que se disipó el premio.
No entraba en sus planes irse de vacío y salió a
por todas desde la bienvenida al más transmisor sexto, con un desafiante quite
a la espalda mirando al tendido. Dedicó su obra a la plaza que ayer vio nacer
un matador y se elevó por estatuarios, enjaezados a un collar por bajo. Aun sin
grandes estrecheces en las series, dibujó esperanzadores pasajes, con
disposición, y epilogó valeroso en las cercanías, con manoletinas de colofón a
‘Encendido’. De Manuel paseó dos cariñosas orejas y se marchó triunfal con Roca
en otra tarde en la que Morante volvió a marcar la diferencia.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de Núñez del Cuvillo y Domingo
Hernández (2º bis), de pobre presencia, fuerza y casta; mejores, dentro de
un orden, 5º, 6º y 1º.
Morante, de caldera y azabache. Tres pinchazos
hondos y tendidos y descabello (silencio). En el cuarto, estocada desprendida.
Aviso (oreja).
Roca, de lila y oro. Pinchazo y estocada
delantera (saludos). En el quinto, estocada (dos orejas).
De
Manuel, de blanco y oro. Estocada
que asoma y seis descabellos (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada. Aviso
(dos orejas).
Plaza de Toros La Corredera. Lunes, 30 de
agosto. Casi tres cuartos.
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