Quinto de la tarde, de
nombre “Almirante”, una auténtica máquina de embestir que desata una euforia
incontenible. El venezolano Colombo esgrime sus armas y repertorio de torero
popular. Notable debut en sanignacios de Clemente y Jorge Martínez.
BARQUERITO
Especial
para VUELTA AL RUEDO
EL
PRIMER TORO de una
imponente corrida de Murteira Grave, un negro burraco de serio cuajo, derribó
en un primer puyazo y salió suelto del primero bis. De mucha movilidad, pronto
en banderillas, con un punto temperamental y codicia de bravo, se empleó en la
muleta sin desmayo. Fue toro de dos manos: de entrega por la derecha, la cara
arriba por la izquierda. Clemente se había estirado en el recibo de capa con
lances de caro concepto -la verónica canónica- pero desiguales logros y el
remate de media buena.
Sin pruebas, estuvo puesto
desde el primer muletazo de una faena planteada y compuesta en los medios, de
firmeza indiscutible y solución declinante. Mucho mejor el primero de sus tres
tramos, cuando más pesaron los viajes en torrentera del toro, que el segundo,
cuando el toro le corrigió y el fluido por la izquierda se cortó, y que un
tercero de más que tuvo por broche una giraldillas de la vieja escuela y una
excelente estocada.
De bravo salió el segundo,
colorao, con muchos pies. Un toro nervioso y poderoso. Colombo pretendió
cambiarlo con un solo picotazo trasero y llegó a cambiarse el tercio, pero el
propio torero venezolano supo rectificar. De bravo se arrancó el toro para un
segundo puyazo que hizo sangre corrida por el canal hasta la penca del rabo y
no a la pezuña. Una rareza. Tres pares de banderillas de fatigosos
preparativos. A los tres vino disparado el toro. Un cuarteo apurado, un segundo
par de poder a poder reunido tras olímpica carrera y un tercero al violín de
dentro afuera.
Colombo brindó a la gente
joven de la meseta de toriles, territorio comanche, incondicional. Para ellos,
y no solo, fue una faena muy de público, de gestos cómplices, pausas y más
pausas, guiños y tiempos muertos. Dos vueltas le dio la banda al Zacarías Lecumberri,
Entre vueltas y revueltas el toro cumplió con su deber: embestir, meter la cara
y hacerlo por las dos manos. Espaldinas antes de la igualada, un pinchazo y una
estocada defectuosa. Se había dejado Colombo el cañón en casa. Su hora estaba
por venir.
Antes de esa hora saltaron
dos toros: un tercero de magníficas hechuras, de sobresaliente codicia pero a
menos y pegajoso en la muleta y un cuarto de gran trapío que se empleó en el
caballo y se vendió caro después. Con el hermoso tercero dejó patente su
calidad Jorge Martínez: lacios los brazos, compostura armoniosa, trazo lento
del muletazo, suave manera de citar incluso a la voz, buen compás. Cuando el
toro empezó a plantarse, perdió tensión la faena. En la reunión con la espada
-estocada al segundo intento- Jorge se dislocó el hombro. Clemente se empeñó
sin volver la cara con el hueso de la corrida, violento por la mano diestra,
templado por la izquierda. Demasiado largo un trasteo de firmeza pero desigual
factura. Media tendida. Y una vuelta al ruedo autoconcedida.
Y luego fue el
acontecimiento inesperado: la bravura torrencial de un quinto toro que se había
blandeado en el caballo y apuntado calidad en el capote -delantales, un
recorte, un galleo, el inefable quite del Zapopán-, arreó en banderillas como
un pura sangre y no paró de embestir y embestir con un ritmo insuperable en una
faena de mucho carrete, de norias interminables por la mano derecha sin que el
toro se soltara nunca, más meritoria en una sola tanda de naturales bien tirado
y sembradas de paseos y los mismos guiños del repertorio huracanado de firma
Colombo.
Visto el toro, empezó a
cundir la petición de indulto. Se hizo de rogar el palco. Pero cedió. Ovación
para el toro cuando enfiló la puerta de chiqueros por donde había salido casi
media hora antes. Apoteósica la vuelta al ruedo de Colombo, el ganadero Joaquim
Grave y su mayoral. Abrazos y plácemes. Todo el mundo, contento. El matador, el
ganadero, que repite por tercer año triunfo y con más fuerza que en las dos
ocasiones previas, y el empresario Joxin Iriarte, que ideó el invento y lo puso
en escena, sin saber que también a él iban a pasearlo a hombros. Los tres
espadas le habían brindado uno de sus toros de lote.
Noble fue el sexto jugado
después del terremoto. Casi a oscuras, pasadas las nueve de la noche, Jorge
Martínez apostó por el toro, que se le quedó debajo demasiado pronto y más de
una vez. De nuevo, el trato delicado y sereno del toro, y el sello del valor,
el encaje sin forzar, seguridad impropia de un torero que solo toreaba su
segunda corrida del curso. Cuatro pinchazos, un aviso y un golpe de cruceta. Y
se acabó la feria.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de MURTEIRA GRAVE. El quinto, Almirante, número 47, indultado por
aclamación. El ganadero y el mayoral acompañaron a Colombo en una festiva
vuelta al ruedo.
CLEMENTE,
una oreja y vuelta.
JESÚS ENRIQUE COLOMBO,
ovación y máximos trofeos simbólicos tras el indulto del quinto toro.
JORGE MARTÍNEZ,
ovación que recogió la cuadrilla y ovación tras aviso.
Azpeitia. 3ª de feria. 2.500 almas.
Nublado, templado. Dos horas y tres cuartos de función. A hombros Colombo,
Joaquim Grave y el empresario Joxin Iriarte.
NOTA DE REDACCIÓN:
El rabo cortado por “Colombo” es el quinto que se concede en esta plaza, tras
40 años sin entregarse, el último lo fue Curro Duran en 1984, y es el primer
toro indultado en el largo historial de esta cita ferial.
Foto: Philippe Gil Mir
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