Con la mayoría de las capitales cerradas
para la fiesta brava
RUBEN
DARIO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
No
es fácil ni halagüeño el panorama que se presenta en este momento para la
fiesta brava en este lado del orbe, donde por estos meses de invierno ibérico,
la fiesta brava toma protagonismo en un gran número de países iberoamericanos. Se
convierte para muchos toreros, las campañas americanas, la gran recompensa que
significa haber triunfado a lo largo de los meses de primavera y verano por ruedos
españoles y franceses, donde de la misma manera se está sin la presión del toro
encastado que sale en plazas españolas y galas, sin el juicio de la prensa ni
el aficionado más recalcitrante y en especial, a gusto imponiendo condiciones
que muchas veces no las puede imponer en sus compromisos europeos.
Es
América de la misma manera, y hasta no hace mucho lo fue, donde se hacía caja desde
el punto de vista monetario. Muchos fueron los toreros, en especial los de las épocas
de los años ’60, ’70 y gran parte de los ’80, donde estos meses eran más rentables
para sus arcas, lo que representaba de la misma manera campañas amplias que
comenzaban por estos días, y se prolongaba bien entrado los meses de febrero y
marzo, justo cuando Castellón y Valencia iniciaban el periplo ferial español.
Pero
de aquellos tiempos a la fecha, han cambiado muchas cosas. Muchísimas pudiéramos
decir, esas donde han convertido actualmente todo lo que tenga que ver a Tauromaquia
en algo que se rechaza por la juventud que no entiende -por desinformación de
medios y cerco animalista principalmente en las ciudades capitales- a tal punto
que estamos quedando los taurinos en especie de “gueto” cada vez más
arrinconado.
No
es menos simple ver como es el trato y cobertura de los medios de comunicación para
saber el nivel de adoctrinamiento que la sociedad animalista ha convertido ante
las masas la fiesta brava, utilizando para ello un discurso tendencioso basado
en suposiciones e imposiciones sin base científica, y sí más con el claro propósito
de cercenar desde las bases el relevo generacional de aficionados. El resultado
lo podemos ver en ciudades como Caracas, Quito y Ciudad de México, tomando el mal
ejemplo ocurrido en Barcelona, el cual desató esa vorágine de antitaurinismo que
nos trae hasta la actualidad.
La raíz del asunto
Sí
la situación del toreo en América ha venido mutando en el curso de las últimas tres
décadas, lo ha venido haciendo ante la mirada impávida de quienes corresponde
en primeras instancias defenderle, como son las propias asociaciones de
matadores de toros y novillos, subalternos, empresarios, ganaderos y propios
aficionados; es allí donde se ha venido perdiendo tribuna y peso ante la sociedad,
la misma que paulatinamente ha dado la espalda a un espectáculo tan nuestro
dentro de la idiosincrasia de los países iberoamericanos, que arropado por la
cultura progresista-animalista de países anglosajones, ha hecho el daño para
incluso, mediante la manipulación política (caso de Quito con ese referéndum
tendencioso del presidente de entonces, Álvaro Correa) prohibir en sitios
puntuales la realización del toreo, lugares o plazas donde precisamente eran
epicentro de importancia en sus respectivos países.
Es
asi como paulatinamente capitales como Caracas, Bogotá y desde el año pasado
Ciudad de México, se han visto coaccionadas a no desarrollar temporadas
taurinas, ante el impositivo criterio de autoridades políticas -bajo el apoyo económico
de la industria animalista- donde se están manejando por detrás de estas
sentencias grandes sumas de dinero que buscan acabar por inanición todo lo que
relacione el espectáculo taurino: apoyo publicitario, medios de comunicación,
manifestaciones, compra de inmuebles, para con ello ir cerrando puertas a su
desarrollo.
Queda de parte del
conglomerado taurino dar la cara
Este
inmovilismo del sector taurino ha sido aprovechado para que además con las múltiples
opciones de ocio que hay en la actualidad, las nuevas generaciones de aficionados
hayan abandonado como una opción más que llamativa ir a una tarde toros, sea la
plaza que sea, entendiendo el hecho también que la fiesta brava en América es más
un acontecimiento ocasional que habitual, como sí lo es para la juventud
europea.
Otro
elemento que condiciona la habituación de la fiesta brava como espectáculo ante
las masas, son su costo de boletas. No es menos cierto señalar que mientras un
partido de futbol, beisbol u otro evento deportivo han entradas de todas las
opciones para el bolsillo, en el taurino, eso se limita por los costos que
implica organizar una corrida o novillada, a tenor del importe que implica
ganado, toreros, alquiler de plaza, y una larga lista de gastos que encarecen
de cara al público su acceso.
Es
allí donde debe intervenir también el apartado taurino, pues en el caso de este
lado del continente, principalmente la mayoría de costos de un evento de esta
envergadura se lo llevan la o las figuras que se tenga en el cartel. Es allí
donde vemos por ejemplo que toreros de envergadura mundial cobren incluso
honorarios por encima de lo que cobran habitualmente en Europa, lo que hace que
ante el proceso inflacionario que viven nuestros países americanos taurinos, se
haga costosísimo y casi imposible a muchos ir a toros, a menos que haya las
facilidades para la cancelación por medios de abonos abiertos con antelación,
el importe de los mismos. Comparamos precios por ejemplo en Lima, Bogotá y en
su defecto muchas veces están a la par de plazas como Sevilla, Ronda, Bilbao,
Nimes, por mencionar sitios exclusivos.
Sí
a los costos de toreros sumamos los del ganado, cuadrillas, derecho o piso de
plaza, promoción del espectáculo, además de impuestos que cobra la municipalidad
donde se encuentra la plaza, hacen de este tipo de eventos, de un costo el cual
a final de cuenta recae en quien se retracta en taquilla.
Es
por esta razón que la fiesta de los toros es un rito que tiene su singularidad
con respecto a los demás, empezando por el tipo de público que ocupa los
tendidos, a tenor también de la “inversión” que ha supuesto estar presente en
ellos. Otro hecho es el que para tal efecto asista condicionado a pasar un rato
de esparcimiento donde va disfrutar con generosidad de lo que los toreros puedan
hacer delante del toro. Es decir, aficionados y públicos en su mayoría “toreristas”,
que van al influjo del nombre de quien está de luces haciendo el paseíllo.
(Continuara…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario