155 días para que se escuchen clarines y timbales en la arena emeritense y nada se sabe de los destinos de la edición 2026. Foto: Aníbal García Soteldo |
RUBEN
DARIO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Culminado
el ciclo ferial tovareño, donde este año se recupera su realización, y donde de
manera acorde se llevó a cabo las tres corridas de toros, bien es bueno señalar
que a menos que ocurra un festejo extraordinario, el año taurino está cerrado,
que asi mismo sirve de mucho análisis y en especial, reflexión, lejos del
apasionamiento a la vista de la realidad, que se transpola a la situación actual
del toreo nacional.
La cita
ferial tovareña nos ha puesto en evidencia varios elementos a tomar en cuenta
de cara a los próximos meses. En Tovar, el elemento toro se complementaría con
la lidia de un encierro colombiano, con el propósito de “tapar” el gran vacío
que supone en estos instantes la escases de toros de lidia acordes para por lo
menos llegar a una plaza como San Cristóbal o Mérida, un elemento tan
importante como indispensable tener preparado meses o incluso inmediatamente
culminada una edición ferial, para la siguiente, pues es la base del éxito artístico
y con lo cual tú puedes jugar a la hora de traer toreros acordes al tipo de
plaza y afición que se requiera.
Entrar en
detalles de lo que es el tipo de toro de lidia venezolano que tenemos en los últimos
tiempos es respirar y suspirar profundo, a tenor de lo diezmada que esta
nuestra camada de bravo, con ganaderías que luchan por sobrevivir a lo que es
una empresa no rentable, donde desde hace varias décadas no se refresca ganaderías
bases, y donde muchas se han “reciclado” con el desecho que nuestros ganaderos
han considerado. Tiempo tenemos que no sabemos de la importación de vacas -base
de una ganadería de toros de lidia- aun cuando si se sabe de pajuelas de
sementales españoles que son un "paño tibio” para lo que es una situación crónica
que dudamos tenga solución a corto plazo. Hierros como los de las familias Molina
Colmenares (Rancho Grande / El Prado), Riera (Los Aránguez), Carmen Rosa Campolargo
(Campolargo) y Edgar Varela (San Antonio) es lo poco y más nada que contamos
para poco más de 9 o 10 corridas que al año se están realizando en plazas de relevancia,
lo demás sería conformarnos con lo que queda de un rebaño casi en la extinción.
Atendiendo
a la delicada situación en Colombia, el reducto más cercano y confiable para
tener por lo menos toros acordes y con la garantía que se necesita a las citas
más relevantes del calendario, donde de la misma forma se ha visto reducido el
campo bravo por los sombríos tiempos que se avecinan luego del 1º de enero del
2027, no es menos señalar que para nosotros nos afecte ostensiblemente. Ya tocara
momento para su análisis.
En lo que
respecta a toreros nacionales, la cosa es un poco más delicada. Se ha comprobado
que cada día queda más reducidas las opciones de toreros venezolanos con los
pergaminos también y del conocimiento del aficionado para completar carteles
atractivos. El circulo se centra en los nombres de Jesús Enrique “Colombo”, Antonio
Suárez, Manolo Muñoz (quien se anuncia como peruano-venezolano) y si acaso pudiéramos
rescatar a un Fabio Castañeda y darle la presentación también a un José David
Cadavid, pero de resto poco más.
El justificar
la inclusión de toreros nacionales es un riesgo que las empresas nacionales
poco toman, a no ser que ese torero sea suma relevancia para dichas empresas, o
tengan un interés en común como en el caso de la reciente Tovar -la reaparición
después de un largo periplo de inactividad del matador José Antonio Valencia
hijo, sobrino del “asesor” de la empresa Luis Miguel Valencia- dejando a un
lado posibles alternativas mucho más atractivas para el aficionado, como se
pudo ver en evidencia.
El caso Mérida en el tapete…
A todas
estas COREMER, el ente que vela por los destinos de la Plaza de Toros de Mérida
en estos momentos poco o nada dice de la intención de las empresas taurinas
Hermanos Rodríguez Jauregui y Manfredi López, de cara a la organización de la edición
2026 de la Feria del Sol, a poco menos de 155 días para que se escuchen
clarines y timbales en la arena emeritense.
El enrarecido
ambiente que se vive en los despachos del coso monumental merideño de cara a la
temporada 2026 se asoma tras para esta fecha absolutamente nada se sepa de
toreros, ganaderías ni menos intenciones de dichas empresas para una plaza el cual
tomaron en sus manos en 2022 tras el desastroso pasaje que supuso la sociedad
conformada por Ricardo Ramírez y Juan José Guerrero desde la fallida temporada
del 2014 que no se pudo realizar por avatares del país para aquella fecha.
Es así
como tras ser confirmado por el nuevo gobernador, Sharif Aisami, quien viene de
una destacada gestión en estos últimos cuatro años al frente de la plaza, tiene
en sus manos la decisión de esperar la decisión de los Rodríguez-Manfredi, o en
su defecto, llamar a licitación la plaza, para de esta manera poner marcha a un
abono que por lo que se ve repite las premuras de una economía venezolana con
tanta incertidumbre como dudas con miras a planificar a futuro un evento de
tanto riesgo y condicionantes como lo es el taurino, el cual para su organización
en el caso de Mérida esta por el orden de los 450 mil dólares las tres corridas
de toros con las que se ha conformado dicho serial los últimos años, el único
que cuenta con un puente festivo ineludible como son las fecha del Carnaval,
por algo el que sea el único “Carnaval Taurino de América”.
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