miércoles, 12 de octubre de 2016

ANÁLISIS DEL AÑO TAURINO (I) - 2016, la temporada del gran cambio

El año taurino que ahora concluye se puede definir como la temporada del gran cambio. Junto a otros elementos significativos, 2016 ha vivido un cambio radical en la gestión de dos plazas fundamentales del mundo: Las Ventas, en Madrid, y la monumental "México", en la capital azteca. Pero a ello se une, además, la nueva orientación de la plaza limeña de Acho y la reapertura de la "Santamaría", en Bogotá. Si se tiene en cuenta también que en España cosos como la Malagueta, Sevilla o Bilbao se ven en la necesidad de reorientar su futuro, pocas veces como ahora se produce una modificación tan profunda del "estatus quo" del toreo.
 
Redacción www.taurologia.com
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Aunque a efectos estadísticos, también de algunos contenidos, aún quedan las ferias de Zaragoza y de Jaén, no hace falta esperar a su final para llegar a una conclusión fundamental: la temporada de 2016 ha sido la del gran cambio. A lo largo de 2017 iremos viendo si tal cambio ha sido para bien o no. Pero es lo cierto que en adelante las cosas del toro están llamadas a ser diferentes, siquiera sea porque nadie cambia para seguir igual.

Dos de las grandes plazas --Madrid y Ciudad de México-- tienen nuevos gestores, que rompen con todo lo anterior; sólo por esto, el negocio del toro y, en general, el conjunto de las actividades taurinas, enfilan un nuevo rumbo. A todos los profesionales les toca reposicionarse ante la nueva realidad.

Y por si fuera poco, otras dos plazas relevantes del mundo se sitúan también en la senda del cambio: Acho, en Lima, con una nueva empresa peruano-mexicana, y la Santamaría de Bogotá, que anda a la espera de que se adjudique su gestión. Si en España a ello se une el futuro por decidir de la Malagueta, la necesidad de una reorientación profunda de Sevilla y la gran y grave crisis de Bilbao, con encontramos con un dibujo en el que ganan un protagonismo principal los empresarios, que asumen demasiadas responsabilidades sobre el futuro de la Tauromaquia.

Históricamente nunca se ha dado un vuelco tan profundo y tan radical. Pero es muy posible que nunca en épocas pasadas se conjuntaran en simultáneo crisis tan agudas como las actuales.  Crisis, resulta evidente, en los dineros, con un desfase crónico entre los costes y los ingresos de difícil manejo. Crisis en la cabaña de bravo, dentro de un proceso de monocultivo sobre un único encaste, que arrampla con la diversidad. Pero también crisis social, con un encrespamiento de los ánimos de quienes a lo largo del ancho mundo quieren arrumbar la Tauromaquia, una crisis que convive con una perdida de peso de lo taurino en el seno de la sociedad actual, lo que ha venido en denominarse la destaurinización de nuestro entorno.

En el caso de las artes taurinas no necesariamente estas realidades nos llevan, ni deben hacerlo, a un camino de pesimismo existencial. Es una constante histórica que la Tauromaquia siempre superó las etapas complicadas. Sin ir más lejos, conviene recordar un magnífico estudio del profesor Juan Medina[1] acerca de cómo y cuándo se superaron los efectos que sobre este mundo nuestro tuvieron los grandes crash económicos de la historia; se tardó unos años, pero la recuperación llegó.

Pero si nos fijamos en factores exclusivamente taurinos, observamos otro tanto. Y así, sin necesidad de remontarnos más allá, el toreo recuperó posiciones tras el fin de la Edad de Oro que marcaron José y Juan, como se superó el enorme impacto que supuso la muerte de Manolete y supo tomar nuevos caminos tras el vacío ganadero provocado por la guerra civil. Con mayor o menor trabajo según las épocas, el testigo del toreo fue pasando a otras manos, que alcanzaron a reposicionarlo de nuevo en su lugar.

Ahora nada tiene que ser distinto, si se conjuntan los tres elementos que sirvieron en el pasado: la recuperación de la estima por la autenticidad de la Tauromaquia, el empeño y la dedicación por esta causa de los profesionales y ese factor casi indescifrable de la propia creatividad artística, que siempre ha guardado sorpresas inesperadas.

Pero no es menos cierto que para salir de esta crisis actual se precisan de algunas herramientas nuevas. Y en primer término, se hace necesario ir a un replanteamiento profundo del negocio y la gestión taurina. Las bases actuales ya han dado todos los frutos posibles, unos frutos que de año en año se van haciendo cada vez más parcos[2].

Cuando tres plazas de primer orden tan diversas como Madrid, Ciudad de México y Acho coinciden en llevar una decena de años perdiendo abonados temporada tras temporada, hay que pensar que algo en la organización básica está fallando; no puede adjudicarse ligeramente a un simple efecto en los cambios de las modas y hábitos sociales.

Sin ir mas lejos, cuando con la experiencia de doce años Taurodelta ofrece por Las Ventas un pliego de mínimos, es posible que sea la consecuencia de leer de forma equivocada la competencia que otros podrían hacerle. Pero no es menos posible que a la hora de realizar su oferta se hayan llevado estrictamente de la realidad de los números que le ofrecían sus balances de años anteriores. Lo cierto es que han perdido la plaza a manos de una propuesta muy ambiciosa y competitiva, que asume riesgos hasta ahora no planteados.

Pero si damos por buenos los números en los que se basaba Taurodelta, resulta de toda evidencia que la empresa que comanda Simón Casas deberá llevar a cabo una gestión absolutamente diferente a la anterior. Una proposición tan alza sólo lleva a números negros si se revoluciona la gestión de principio a fin. A base de más de lo mismo, resultará inviable.

Sin apartarnos del futuro de Las Ventas, la nueva empresa declara su propósito de recuperar 100.000 espectadores en el primer año. Conseguir tal objetivo no cabe fundamentarlo en más información y más publicidad; ese sería un planteamiento demasiado simplista. Por delante habrá que ofrecer un espectáculo distinto, tan distinto como para atraer en primer término a los que desertaron, ya sea por aburrimiento, ya por causas económicas.

No nos engañemos: ofrecer algo distinto exige de suyo tocar en simultáneo los dos palillos fundamentales: el capítulo de los gastos y el de los ingresos. Nos quedamos así en puertas de una verdadera reconversión del negocio. De hecho, a lo largo de 2017 la plaza de Las Ventas puede ser el banco de pruebas de por donde puede ir esa una nueva economía del toreo. Si Casas acierta con su fórmula, habrá abierto un camino que cada día se hace más urgente. Pero otro tanto cabe pensar de lo que pueda ocurrir en los próximos meses con las plazas de la Ciudad de México o de Lima.

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