sábado, 9 de noviembre de 2013

DESDE EL BARRIO: Las cartas boca arriba

PACO AGUADO

Puestos a analizar la actualidad, no es agradable imaginarse la inquietante sensación de tener que ir a los toros entre protección policial. Pero habrá que ir pensando ya en que tal aberración se puede producir incluso mucho antes de lo suponemos, a tenor de los sucesos de las últimas semanas en Lima y en Rodilhan.

Ya sabrán ustedes que el pasado domingo 27, antes, durante y después de la novillada que abrió la feria del Señor de los Milagros, la bicentenaria plaza de Acho fue sitiada literalmente por cientos de animalistas con actitud de “kale borroka”, que es como se conoce en el País Vasco a las algaradas de los cachorros del terrorismo etarra.

El resultado de los disturbios, dentro y fuera de una plaza a la que estas gentes “civilizadas” intentaron prender fuego tras el festejo, fueron numerosos daños materiales en el monumento y, lo que es peor, dos policías heridos, uno de ellos con una cuchillada en un muslo.


Unas horas antes y a varios miles de kilómetros a este lado del Atlántico, en la pequeña localidad francesa de Rodilhan y aprovechando su escasa dotación policial, miembros del llamado Comité Radicalmente Anti Corrida se saltaron la reciente ley francesa que impide las manifestaciones antitaurinas en el radio de un kilómetro de las plazas. Y, con bengalas y productos incendiarios, no sólo provocaron también graves altercados sino que pusieron en riesgo la seguridad y la integridad de los pacíficos asistentes a un festival benéfico.

Es decir, que los colectivos antitaurinos han dado un paso más en su lucha contra el toreo para llegar a límites rayanos con el terrorismo, tal y como practican los más furibundos animalistas en otros ámbitos. Y que la tauromaquia se acaba de definir como el objetivo principal de la violencia indiscriminada de unos grupos que en los Estados Unidos ya están catalogados entre las listas de las asociaciones terroristas, junto a los discípulos de Bin Landen o de Josu Ternera. 

Mirándolo desde el lado positivo, estas y otras acciones similares registradas en los últimos años, así como las delictivas amenazas y afirmaciones volcadas en las redes sociales, han hecho que el antitaurinismo se haya por fin quitado la careta.

Después de muchos años disfrazándose de "humanitarios", definitivamente han puesto ya sus cartas boca arriba, aunque no todas, Porque aún faltan por conocer las que nos revelen los verdaderos intereses de quienes están detrás de este demencial movimiento, los manipuladores de mentes que han acabado por crear la violenta secta que sirve a oscuros intereses económicos que nada tienen que ver con el progreso ni el franciscanismo.

En tanto que el mundo del toro no cuente con capacidad ni estructura para reaccionar con una profunda investigación sobre los apoyos de ideólogos como el tal Anselmi –sibilino personaje cuyo oportunismo, por cierto, ya ha sido descubierto por algunas asociaciones animalistas de Suramérica-, esta violencia radical también puede motivar de una vez el necesario trabajo policial que las saque a la luz.

Mientras tanto, los buscados efectos de las indirectas campañas disfrazadas de antitaurinismo van cumpliéndose a golpe de leyes de políticos implicados. Y así, tras censurar de manera fascista una foto de Juan José Padilla como imagen del Word Press Photo de 2013, el ayuntamiento de Barcelona va a permitir ahora que los perros puedan viajar en el metro de la ciudad, sin importarle las fobias síquicas, las alergias físicas o el rechazo natural de la mayoría de los ciudadanos.

Puede que, a estas alturas, a alguien le extrañe que relacionemos antitaurinismo con mascotas, pero en el fondo ambos asuntos están más profundamente relacionados de lo que se podría pensar, como saben muy bien quienes sacan mayor provecho de la conexión. Pues, en realidad, las campañas antitaurinas –en colaboración con otros intereses políticos-  buscan únicamente crear esa sensiblería no hacia los animales en general sino hacia unas mascotas cuyo negocio genera miles de millones de dólares cada año en los países "desarrollados".

Y, en un maquiavélico efecto mariposa, es así como, mientras que un jovencito airado apuñala a un policía frente a la puerta grande de Acho, un "sensible" barcelonés o un gay caprichoso pueden hacer que su perrito lamerón y su inexpresivo galgo rescatado de la horca ocupen el asiento de un jubilado en el vagón que les lleva hacia Las Ramblas.

Desnaturalizando a perros y gatos, "humanizando" estúpidamente a los animales de compañía, es como algunas multinacionales aprovechan y fomentan los delirios de una sociedad desquiciada que distorsiona sus instintos naturales, como el de la paternidad, volcándolos en un organismo encargado de llenar las calles de excrementos y de orines.

Así que resistan, taurinos, porque la cultura y la sensatez del toreo aún nos ayudan a tener la cabeza en su sitio en medio de tanta locura. 

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